El difícil arte de perdonar
“Un matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso, si uno de los dos hace...
“Un matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso, si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde” L. Tolstoi.
Uno de los grandes males que nos agobian a todos, es lo difícil que es perdonar. Perdonar aquello que uno mismo hizo mal a sí mismo, aquello que se hace mal al cónyuge, a los hijos, a los amigos, a los padres, a los seres más queridos. Es tan importante lograrlo, para vivir felices.
Por suerte, todos los seres humanos no somos perfectos y cometemos errores, me comentaba una amiga, de los muchos errores que ella cometió en su matrimonio, y hoy vive atormentado por esos errores del pasado. Qué difícil es dejarlos atrás y continuar la vida. Qué difícil es perdonarse a uno mismo y seguir adelante en la vida. Todavía más difícil es perdonar al cónyuge.
Los errores del pasado impiden vivir plenamente el presente. Uno vive atormentándose del pasado, pero en el presente es el único momento en que tenemos conciencia, es el momento donde Dios está presente y es allí donde hay que actuar. Reconocer que los errores son un resultado necesario de nuestras limitaciones humanas y partir de ellos para mejorar.
Cuántos matrimonios se quedan truncados por no perdonar las imperfecciones que uno mismo comete y esperar la perfección del otro. Es imposible exigirle al cónyuge perfección, si uno no lo tiene, y además todos cometemos errores constantemente.
Esos errores se van almacenando en nuestro corazón, es como si fuera un recipiente en donde vamos guardando el rencor, los sinsabores diarios, las discusiones, los malos ratos. Quedando en el olvido los buenos momentos, parece como si esos nunca se asimilaran y se desecharan rápidamente.
Cuando uno comete errores, es muy complicado poder perdonar, esa frase del evangelio que dice “ama a tu prójimo como a ti mismo” qué fácil se escucha, pero si yo me aprecio y acepto mis errores y de ellos saco algo positivo, lo mismo voy a realizar con mi cónyuge. Por lo contrario, si yo no me acepto tal y como soy, no acepto mis errores, difícilmente aceptaré y perdonaré los de mi cónyuge.
Cuando vemos matrimonios felices, que llevan 30, 40 y hasta 50 años de casados, todos nos preguntamos ¿Cómo lo hicieron?, y una respuesta que siempre se escucha es “amar siempre y perdonar todo”.
Al perdonar se perdona todo, no se puede guardar ningún todavía me “debes”, sino el perdonar es mucho más grande que el simple acto de no me “debes” nada, estamos a mano. El perdón sale del fondo del corazón y debe tocar al perdonado. Curiosamente es en este momento donde salen del fondo del corazón todas esas piedras, lodo, rocas, telarañas que no dejan crecer a la persona. Y es allí cuando el corazón se ensancha, uno crece y crece la capacidad de amar.
El perdón no es solamente la anulación de la deuda. Si no llega a tocar al perdonado. Es la restitución que tenía la persona antes del hecho. Sin reclamo alguno.
Todo esto se logra por la acción del amor. El amor proviene del que perdona. Le restituyes al otro lo que le corresponda y mejoro la condición del amor en el matrimonio. Cuando uno perdona se engrandece, se enriquece. El amor no está condicionado a la respuesta del otro. El amor olvida, anula, mejora y restituye a la otra persona.
Al no perdonar, se vive con un mar de resentimientos en el corazón que difícilmente dejan caminar a uno mismo, y menos aún, dejan continuar el matrimonio.
Para perdonar se debe, luchar, buscar realmente el perdón. El matrimonio no es un tú y yo por separado, es un nosotros, es compartir la vida juntos. En ese compartir se encuentra el perdonar los errores mutuos, para seguir creciendo.
Sólo perdonando se puede crecer en el amor. Sólo perdonando se puede llegar a tener un matrimonio sostenido en el amor. Hoy se construye el pasado del futuro. Y si hoy se vive llenando esa vida matrimonial con detalles de amor y perdón, el mañana será maravilloso.