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La calificadora Standard and Poor's (S&P) redujo el jueves pasado la calificación soberana de México a 'BBB' desde 'BBB+', derivado del impacto del coronavirus y la caída en los precios del petróleo, factores que mermarán el crecimiento de la economía local.

 

"Prevemos un impacto pronunciado sobre la economía mexicana derivado de la combinación de shocks del COVID-19 –en México y en Estados Unidos, su principal socio comercial– y de la caída en los precios internacionales del petróleo", comentó la calificadora.

 

Además, S&P refirió que la perspectiva es negativa, lo que implica riesgos de otra baja de calificación durante los siguientes 12 a 24 meses, como resultado de una ejecución de políticas irregulares o no efectivas. Ya esperaban esta acción, debido a las implicaciones del coronavirus y la baja en el precio del crudo.

 

Se esperaba esta acción, debido al choque económico del coronavirus, a la caída del precio del petróleo y todo lo que está pasando alrededor del mundo, también hay que poner en contexto que también S&P le acaba de bajar la calificación a Colombia, que está en circunstancias similares, es una acción dominada por los efectos de las últimas semanas. Amén que las malas decisiones en política económica deteriorarán la calidad crediticia del país.

 

La consecuencia es que se puede ir deteriorando la calidad crediticia de México si este choque es persistente o si siguen cometiendo errores de política económica, sobre todo en la parte energética y en acciones como lo que pasó con Constellation Brands.

 

Entramos en una crisis económica de grandes proporciones y el gobierno le apuesta, para salir de ella, al estatismo y al pleito con el sector privado. Pleitos así hundieron al país en los años setenta y tardamos 20 años en empezarnos a recuperar. Pero no hay memoria: va de nuevo. No hay manera.

 

Lo que oímos el pasado martes en la conferencia mañanera confirma que vamos directo al precipicio y el Presidente y su equipo, en lugar de frenar, pisan el acelerador. Ningún país puede prosperar sin un sector privado pujante y productivo, algo que descubrió China desde Deng Xiaoping. Aquí resulta un accesorio al que se le puede usar y tirar.

 

Con la consulta popular en Mexicali (en la que votó el 5% de los empadronados) se canceló una planta cervecera que tenía todos los permisos y 900 millones de dólares invertidos. Fue una bofetada a la inversión extranjera y nacional, acompañada del mensaje de que el gobierno mexicano no respeta el Estado de derecho.

 

Para que haya empleo se necesita inversión, y para que haya inversión se requieren condiciones que debe crear el gobierno. Esas se acabaron. No hay seguridad jurídica, que es lo mínimo a pedir.

 

De la mañanera del martes se esperaban medidas para atenuar el impacto de la crisis, y hubo una reiteración de la fobia presidencial a la iniciativa privada, el anuncio de que se persistirá en los errores cometidos con la inversión del gobierno, y mentiras por doquier sobre la situación económica.

 

Y en la estrategia de salud para combatir el coronavirus hay un completo desastre. El Presidente recomendó no creer en mitos y confiar en la ciencia, cuando la semana pasada mostró amuletos, un dólar, un trébol para protegerse, e invitó a la población a salir a las calles a consumir.

 

Fase uno: detente enemigo. Fase dos: no crean en mitos.

 

Si salud es un desastre (al fin y al cabo, las epidemias tienen un ciclo), en economía estamos peor. No habrá medidas fiscales para proteger empresas ni apoyo a las cadenas de producción de parte del gobierno, sino reparto de dinero a personas y changarros, lo que está muy bien, pero no hay un plan extensivo para proteger las fuentes empleo.

 

El Presidente no sabe que auxiliar transitoriamente a empresas ayuda a sostener toda la cadena: desde el productor, los proveedores, el distribuidor y la empresa que permanece activa y permite que funcione todo lo demás.

 

Nada nuevo: AMLO además detesta a los empresarios fifís, delincuentes de cuello blanco, minoría rapaz y otros adjetivos que usó contra ellos en toda su carrera política. Ayer habló de “400 mil millones de pesos en caja” que se obtuvieron de ahorros contra la corrupción. Ese dinero no existe.

 

Y la planta productiva, las fuentes de empleo, la actividad económica, que se hundan, son privadas. Por cada punto del PIB que caiga la economía se pierden unos 200 mil empleos formales. ¿Cuántos puntos vamos a caer en el segundo trimestre? JP Morgan ya proyecta una caída del 7% para este año. Los especialistas estiman que podrían ser más de ocho puntos. Vamos directo al despeñadero.

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