Gangrena cultural en el sur
La ineptitud de la perredista Jacqueline Estrada Peña, titular del reciclado Instituto de la Cultura...
La ineptitud de la perredista Jacqueline Estrada Peña, titular del reciclado Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo (ICA), y del furibundo director de Cultura del Ayuntamiento capitalino, Jaime Arturo Álvarez Cervera, tienen al borde de la desgracia a importantes obras artísticas que forman parte del acervo cultural de la capital y del estado.
La comunidad artística del sur ha empezado a alzar la voz contra el terrible descuido de los encargados de velar por la cultura, más ocupados en la organización de eventitos para aparecer en la foto y sin la menor idea de sus funciones.
La mayoría de los monumentos de Chetumal presenta severos daños que se han acentuado con el paso del tiempo de manera vergonzosa. El peor ejemplo de estos males es el monumento que representa al inolvidable huracán Janet en el parque del renacimiento, que ha sufrido robos de partes de su estructura de bronce y vandalismo, además de un abandono visible en su mantenimiento.
Sitios emblemáticos como la Fuente Maya y el monumento “Alegoría al Mestizaje”, ubicado en la zona frontal del céntrico mercado Manuel Altamirano, han sido sujetos a recientes remodelaciones y a pesar de ello exhiben daños por la falta de cuidado.
Las costosas obras de acero y otros metales del “Corredor Escultórico”, creado durante el gobierno de Joaquín Hendricks Díaz, tienen zonas llenas de corrosión y hasta graffitis; otras han sufrido el robo de sus partes.
Es tan grande el desprecio de quienes llevan las riendas del sector cultural en el estado y en el municipio, que incluso los históricos murales que adornan edificios sede de sus dependencias presentan daños severos, algunos imposibles de restaurar.
Las obras que se encuentran dentro de las instalaciones del Instituto de la Cultura –en la antigua escuela primaria Belisario Domínguez– y en el Palacio Municipal capitalino están para llorar, sin que nuestra pasiva burocracia cultural reaccione ante el triste estado de nuestro legado cultural.
Mucho menos interesan a nuestra pequeña burocracia las obras que no están a la vista, como el mural en la bóveda de la extinta librería “Fonágora” y los murales “Sacbé” y “Sindicalismo”, cuyas ruinas aún se pueden contemplar en las paredes del auditorio de la Sahop.
Nuestro Instituto de la Cultura y las Artes tiene que marchar a otro ritmo, a la altura de su desafío que hasta hoy se ha negado a enfrentar.