Gigaplanta Tesla: con tirabuzón, pero va

Quisiéramos empezar por decir que la decisión final del presidente Andrés Manuel López Obrador de permitir...

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Quisiéramos empezar por decir que la decisión final del presidente Andrés Manuel López Obrador de permitir —las palabras extremadamente hostiles utilizadas en las "mañaneras" durante semanas fueron "impedir" y "prohibir" con chicanas de leyes secundarias y reglamentarias, ya que el titular del Poder Ejecutivo no es nadie para ordenarle a una empresa, nacional o extranjera, que cumpla con las leyes y requisitos, invertir en determinado lugar del país o impedirle hacerlo, solo por sus pistolas—, la instalación de una planta automotriz de la marca Tesla, propiedad del magnate mundial más prominente Elon Munsk —canadiense-estadounidense nacido en Sudáfrica: de raza global le viene al galgo— estuvo derivada de una sesuda reflexión y que su pecho fue transido por una súbita epifanía de preclara visión gubernamental, pero la verdad es que le fue sacada con tirabuzón por una realidad que rebasó su legendario cuan voluntarioso talante.

En verdad no importa, y los poco merecidos halagos que recibió el tabasqueño tras la noticia —por cierto el multimillonario al que agradeció más allá de la poca diplomacia que lo caracteriza fue el gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda; no al presidente— pues seguramente serán de provecho para su persona y, de alguna manera, para el país, ya muy perjudicado por una imagen de economía anacrónicamente nacionalista, cerrada a la inversión y alineada con otras aún más radicales de Latinoamérica, como la cubana, la venezolana y la de la bananera dictadura marca Idi Amin Dada en Uganda del nicaragüense Daniel Ortega Saavedra, empeñado en opacar al autócrata Anastasio Somoza Debayle que combatió con el heroico FSLN, y eso es de celebrar.

Iluminación presidencial o no, la tozuda oposición a la decisión inamovible del señor Munsk de instalar su factoría de perfil global en Santa Catarina, pequeño municipio neolonés conurbado con Monterrey, acabó siendo la mejor para los mexicanos, incluyendo a su líder, que podrá dejar atrás su negro historial de enemigo casado de las inversiones en el país, en particular las extranjeras, imagen que para su malhadada suerte ya lo definía, no solo en el país, sino en el mundo.

Esperemos que tome lecciones de su afortunada derrota, pues le cae ahora como anillo al dedo.

Los antecedentes a los que nos referíamos fueron bastante dañinos, aunque acaso ninguno hubiese tenido tan funestas consecuencias como la negativa a la instalación de la planta de Tesla en el pujante estado, fronterizo por cierto con el estado de Texas, Estados Unidos, aunque tal vez la fábrica mexicana no esté tan abocada a ese mercado, que ya tiene en dicha frontera una planta para el efecto.

Recordemos, primero, el caso de la cervecera Constellation Brands que, habiendo hecho una inversión para su planta en Mexicali de más del 70 por ciento, de buenas a primeras, con el mismo pretexto de la escasez de agua se vio obligada a suspender todo porque a López simplemente no le gustó y perpetró una de sus clásicas consultas populares patito para tumbar el proyecto. La compañía, decidida a penetrar en el mercado mexicano, uno de los más importantes del mundo y con socios de primer orden en el país, aceptó cambiar de sitio y aceptó el plan que el gobierno obradorista —eso sí: nada abusivo— le ofreció para la maniobra, y ahora radica en Veracruz.

Otro caso que fue muy criticado en el país y el mundo fue el de la embestida contra las fuentes de energía eléctricas diferentes a la producida por la CFE, encabezada por el macabro Manuel Bartlett Díaz, que muchas industrias utilizaban o pretendían hacerlo ante las altas tarifas y mal servicio de la paraestatal.

Pero Elon Munsk, desde luego, al ser el magnate más prominente del orbe, no es alguien acostumbrado a que le digan que no y sabe que sus iniciativas no solo son bienvenidas en cualquier parte del mundo, sino que son peleadas por todas las entidades, países y regiones, habidas y por haber.

Claro que no era para decirle que no al Midas internacional, y suponemos que al conocer con más precisión los alcances industriales, económicos y sociales de la gigaplanta, el usualmente obcecado presidente no requirió demasiadas asesorías ni elaborados argumentos para desistir de su anunciada decisión de impedir su instalación si habría de asentarse en Nuevo León, agua o no agua, aunque cabe recordar que la vetusta y enorme Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, fundada hace más de 130 años y puntal de la importantísima industria regia, hoy propiedad de la holandesa Heineken, que vaya que consume agua para su producción de 2.5 millones de litros de marcas líderes, y creciendo desde su emblemática Carta Blanca.

Claro: cualquiera se pone muy receptivo cuando le hablan de una inversión de cinco mil millones de dólares para instalar la fábrica de coches eléctricos más grande del mundo, que por cierto estará terminada este mismo año, en solo nueve meses.

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