Guerra

"El amor lo olvida todo, lo perdona todo, lo da todo sin reservarse nada", San Pío de Pieltrecina.

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En los últimos días los noticieros, y las redes sociales nos llenan de información sobre el acto terrorista de Hamás sobre Israel, cualquier acto terrorista es una amenaza a la paz de una nación, del mundo. Además de la guerra de Ucrania que continúa. Vemos en las guerras esta violencia humana que da la vuelta al mundo.

Al mismo tiempo nos enteramos de desastres naturales. Como el huracán Lidia que entró por las costas del Pacífico, así como temblores en diversos países del mundo, en esto también hay violencia, sin embargo, este tipo de violencia que es parte de la naturaleza.

Lo preocupante de estas violencias humanas que se está dando en el mundo entero, en la guerra, por ejemplo; siempre hay injusticias, hay maldad, hay mentiras, hay egoísmo, hay muertes de civiles que no buscaron nunca el mal del otro país.

Si analizamos la violencia natural es una fuerza natural, lo hemos podido apreciar con los diversos huracanes que han llegado a Cancún y a cualquier parte del mundo, así como los temblores y cualquier acontecimiento que sea de la misma naturaleza. Cada huracán es más o menos violento, tiene una gran fuerza de la naturaleza. Que es natural y vital.

Una civilización, un pueblo, una nación, se embrutece cuando los procesos de la vida dejan de organizarse culturalmente y se llenan de violencia, nos dice Ricardo Yepes. La fuerza bruta de la vida aparece sin revestimiento cultural que la humanice, creando una violencia con maldad.

Lo específico de la violencia humana es la maldad; en esta forma de violencia hay miedo, hay crueldad, hay odio. La maldad tiene siempre un cierto carácter ilegítimo porque se atropella al ser humano, que la sufre. Estamos formando seres humanos, donde ya no importa nada, donde el mal que se hace al otro, no importa, solo importa lo que yo pienso, lo útil, mis emociones, mis sentimientos.

En la violencia humana hay una mayor amplitud, porque existe la libertad, y la inclusión del mal. Añaden el mal a lo puramente físico y natural. Y este mal provoca rencor, odio. Conforme pasa la vida, la violencia humana ha ido creciendo, habiendo violencias nuevas, más crueles, más despiadadas que en épocas anteriores.

La continua presencia de la violencia humana termina siendo inexplicable, en un mundo donde nos jactamos de una alta educación, de vivir en libertad, tolerancia y grandes desarrollos.

Para dar este salto es necesario educar en el asombro; asombro de cada ser humano, asombro de la vida humana, descubrir que el ser humano es reverente, merecedor de todos los respetos, educar en la ternura, educar en el amor. Educar para aspirar a lo más bello, lo más bueno, lo más verdadero.

 De cada uno depende dar ese salto cualitativo, al educar en el asombro, podemos apreciar la dignidad de cada persona, que es el resplandor de la vida, de cada existencia.  La necesidad de resurgir la grandeza en cada persona, para llegar a convertirnos en morada de Dios; llevándonos a la plenitud de la existencia.

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