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No existe semana en la que el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador,  de un discurso coherente y le dé respiro a la polémica, pero sobre todo a la crítica sobre su pobre desempeño como gobernante.

Desde su primer año de gobierno, López Obrador ha sido marcado por la soberbia, las ocurrencias y los malos resultados. Si bien México no es una nación del todo competente, había salido avante en situaciones difíciles de economía mundial y acontecimientos relevantes del orden social.

Insisto: no es que los anteriores gobiernos fueran perfectos, pero en los últimos meses México no destaca en ningún rubro, ha sido una constante que el crecimiento del Producto Interno Bruto PIB es de cero, la falta de medicamentos y la última estocada es la caída estrepitosa del petróleo, a un precio de burla.

Todo lo anterior y más, es el reflejo de que las buenas intenciones se quedaron en campaña y no fueron sustentados los proyectos para ejércelos en la práctica administrativa y de gobierno.

A López Obrador se le esta desmoronando el piso y sigue sin bajar la guardia de la soberbia. Los principales pilares de la economía se han caído; el petróleo, el turismo y las remezas y  aun así no intercambia el discurso  de la impunidad y lo FIFI por un dialogo firme y de soluciones reales como lo debe hacer un Presidente.

La expresión de López Obrador, al referirse que la Pandemia del COVID-19 vino como anillo al de dedo para afianzar su propósito de transformación, no ha sido bien recibida por los mexicanos así como la lentitud con la que se ha conducido.

Hecho que ha desatado fuerte polémica en las redes sociales y que han querido distraer con la presunta investigación a las cuentas de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, el debatir con Eugenio Derbéz y Thalia y las confusiones de TV Azteca. Para todo hay respuesta ya que el avión presidencial no está ya en el paquete de conquistas distractoras.

Pero ni con toda esa maquinaria han dejado que la expresión sea calificada como indolente, egoísta e ignorante, en momentos en donde el COVID-19 ha lacerado la económica, la actividad, ha dejado inmersos a muchos en la quiebra económica.

Y peor aún, mantiene a cientos de personas en la incertidumbre y hasta miedo, miles que están luchando por su vida tratando de combatir a un virus y otras más que han perdido la vida y familias que hoy están incompletas.

López Obrador tiene fija la tarea de hacer bien y darle continuidad a lo que tanto ha denostado, está más empeñado en cuidar su popularidad y cuidar sus votos que por tomar buenas decisiones.

EN EL OJO DEL HURACAN

Ante la pasividad del gobierno por liderar acciones que pongan a salvo la salud de los mexicanos por la acelerada propagación de COVID-19 y los efectos económicos, varios gobernadores en su mayoría de oposición han tomado las riendas para hacerle frente a la pandemia en sus respectivas entidades. 

Los gobernadores de oposición han ganado terreno y Andrés Manuel López Obrador se enfrenta a riesgos políticos, los mandatarios estatales desafiaron el liderazgo y popularidad del presidente ante la ausencia de la toma de decisiones y si esa no era la intención pues lo hicieron muy bien y que la capitalicen.

LO QUE LAS COPETUDAS CUENTAN

Que dice mi mamá que siempre no… así salió el asunto al hacerse público que un personaje de nombre Julio César Sánchez Amaya es el representante federal ante autoridades de salud y gobiernos estatales, el cual ocupa el cargo en el gabinete de Director General de asuntos especiales.

Y la pregunta obligada es ¿y José Luis Pech? No ese era el entendido de que el senador anunció con bombo y platillo la encomienda de ser el mensajero durante la contingencia sanitaria.

El que sigue sin figurar por fortuna y ni quién se acuerde es el súper delegado Arturo Abreu Marín. 

Lo único notable de esta situación es que ni entre ellos se entiende, no hay diálogo y a todos los dicen que sí pero no cuando. COMO DIJERA LA TIA JOVITA: “les dan atole con el dedo”        

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