Un año de la 4T y el futuro
Medir la popularidad de un presidente no resulta útil para saber si es “bueno” o “malo”...
Medir la popularidad de un presidente no resulta útil para saber si es “bueno” o “malo”, sino para proyectar lo que pudiera ocurrir en su administración; pero el ejercicio no lo hacen sólo sus detractores, sino también sus aliados estratégicos. Este lunes falta exactamente una semana para el primer aniversario de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México y aunque su popularidad aun es elevada, gobernar le ha significado el mismo desgaste que a sus antecesores y ya no es el imbatible “rayito de esperanza” que alcanzó el poder en 2018.
Con un partido desgajado al interior y con un mandatario preocupado más en sostener un discurso de que en México todo va “requetebién”, resulta interesante conocer, por ejemplo que al final del primer año de gobierno, Vicente Fox Quesada tenía el 69.7 por ciento de aprobación; casi dos puntos porcentuales más que los que López Obrador tiene, de acuerdo al último análisis de Oráculus, que hizo una “poll of polls”, es decir, un análisis estadístico que combina las últimas encuestas de diversos medios a la popularidad presidencial. Por cierto, Parametría, al final del primer año de Enrique Peña Nieto, lo ponía muy por debajo, con un 55 por ciento de aprobación, para ubicarlo al final de su segundo año, con tan sólo el 41 por ciento; habrá que ver la baja en la popularidad del actual presidente.
Más allá de indagar en los factores de la reducción de aprobación (sea la inseguridad, los recortes presupuestales, la confrontación constante del mandatario con sus “opositores”), lo importante es que, si la tendencia sigue, lo natural es que para 2021 –cuando corra el tercer año de gobierno- los aliados se le “encarecerán” al presidente y exigirán mayores espacios políticos; en ese año se renovará el Congreso federal, que es fundamental para la gobernabilidad federal, pero también 16 gubernaturas; mientras los “morenos” traen su confrontación interna en Quintana Roo, ¿ya valorarían que probablemente López Obrador le ceda el banderín al Partido Verde Ecologista (PVE), logrando con ello su prolongado anhelo? ¿nota el lector que medir popularidad sirve no sólo para “atacar” al gobierno, ni lo hacen sólo los “enemigos”?
Es importante hacer notar que, al cierre del primer año, el presidente logró la aprobación de su presupuesto con un retraso que no ocurría en 15 años, con demandas ciudadanas a su bancada que no fueron atendidas y que impactará en el futuro individual de cada diputado que busque su reelección o algún otro espacio en 2021 –antes de la batalla del 2022 por la gubernatura local-; y ese factor de desaprobación acarreará también una creciente desobediencia; esa es la circunstancia que esperan los verdaderos opositores –no los que se inventa el presidente en cada conferencia mañanera- para crecer, tanto en lo local como nacional.
Con una economía que creció una décima parte de lo que ha prometido, con la cifra de asesinados más alta de los últimos 22 años (en 1997 se comenzó con el registro oficial de los asesinatos violentos en el país) y con estrategias poco claras para mejorar en esos indicadores, la popularidad puede mantenerse en lo inmediato con becas y padrones discrecionales de beneficiarios, pero esos beneficios resultan insostenibles con un gobierno que no crece económicamente.
Andrés Manuel lo sabe y tal vez por eso se le ha visto recientemente muy cercano a los “señores del dinero”, entregándoles premios nacionales y llamando a la tranquilidad. Si ese sector le retira el apoyo, entonces la espiral en bajada será más rápida.
Como “round de sombra”, el primer año ha sido útil para ver lo que tiene que cambiarse, pero que el viraje se note, porque hasta ahora no hay acción efectiva del gobierno federal en las entidades, los “súper delegados” tan abusados y abusones como en el pasado; sin delegaciones y con trabajo inercial.
Tiene que cambiar y ya, para iniciar el segundo año y, de pasada, que se cancelen hasta las conferencias mañaneras, que además de espectáculos de autoalabo no aportan gran cosa. Hasta Elena Poniatowska –aliada hasta ahora incondicional- ha señalado que son excesivas, además de considerarse “súper fifí”, reprobando la división hecha por el presidente entre los mexicanos; ahí la lección, al cierre del primer año, la decisión la tiene el mandatario; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.