La verdadera libertad

¿Cuánto poder tienes sobre ti? He escuchado una inmensa cantidad de veces la frase: es mi vida...

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¿Cuánto poder tienes sobre ti? He escuchado una inmensa cantidad de veces la frase: es mi vida, mis elecciones, pero en la mayoría de las personas la vida está atada a muchas cosas, personas, situaciones e incluso pensamientos.

Desde hace tiempo me he preguntado por qué hay tantos suicidios en nuestro estado y bueno, hay cientos de teorías realizadas por grandes estudiados, unos incluso opinan que puede deberse a la adoración que hacían los mayas al suicidio y la muerte, pero en realidad las causas son múltiples y se encuentran arraigadas en una cultura de sometimiento, uno muy antiguo que parece contagioso de generación en generación: la perdida de la libertad.

La libertad es el arma más grande del alma, nuestra capacidad de ser nosotros mismos con todas nuestras cualidades y defectos sin temor a absolutamente nada y está libertad se lleva completamente de la mano del autoestima, la capacidad de amarnos y aceptarnos. No podemos ser libres si primero no amamos cada parte de nuestro cuerpo, de nuestros pensamientos.

La libertad se alcanza cuando amamos y aceptamos hasta el más pequeño de nuestros defectos comprendiendo que el ser humano es endeble y la perfección una utopía. Es más, la perfección es un constructo, es un invento, es una creación erróneamente impuesta por el colectivo humano, propuesta por una persona que puedo jurar que ni siquiera era perfecta ¿Quién decide realmente lo que está bello, feo, perfecto o imperfecto?

Vivimos en una sociedad que se da golpes en el pecho buscando perfección, en una sociedad que mira feo al ateo, que sigue dividiendo al norte del sur, que le pone precios a las casas según su ubicación, en dónde la señora de servicio tiene su propia mesa, si es que tiene una y no come a la vez que los patrones.

Vivimos en dónde el pobre odia al rico y el rico mira por sobre el mentón al pobre, dónde si hay un asesinato y resulta que el actor fue de fuera decimos: tenía que ser foráneo, tenía que ser huach, tenía que ser pipope o incluso al pobre campechano que todo hace al revés. Vivimos donde quien maneja mal es mujer y dónde la perfección, esa que es una supuesta perfección, solo se alcanza por los imperfectos, mientras que, los que sueñan por alcanzarla se deprimen, se dejan de amar, se suicidan.

La libertad se logra cuando el "qué dirán" se vaya al caño, cuando te aceptes con tus gustos, con tu yo único, no eres perfecto, no lo serás, no necesitas serlo, únicamente se tú amando cada parte de tu ser y, si a alguien no le gusta ¿Qué importa? ¡Sé tú mismo! y conseguirás la verdadera libertad.

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