La inevitable cubanización de Venezuela

Lo tan advertido llegó al fin, a pesar del orgullo venezolano y de lo “arrecho” de su carácter...

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Lo tan advertido llegó al fin, a pesar del orgullo venezolano y de lo “arrecho” de su carácter. Con las armas nadie puede y las armas las controlan los que hoy detentan el poder.

Ya no valen constituciones ni esfuerzos diplomáticos, ya los malvados se descararon, no les importa el escarnio mundial ni mucho menos el odio de su propia gente.

La era de las apariencias quedó atrás con la nueva Constituyente de Maduro.

Dirigida nada más y nada menos que por la ex canciller de la mentira Delcy Rodríguez, la misma que frente a las bellas aguas de nuestra Riviera Maya vomitó cuanta falacia se le ocurrió en un último coletazo de legalidad de su criminal régimen ante los cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA). Al fin Cuba tuvo en Caracas el lacayo que tanto deseó.

A pesar de las oscuras intenciones del fundador del engendro del socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez, nunca se dejó presionar por los personajes de La Habana, hasta el final, siempre tuvo un ápice de decencia (en medio de su infinita indecencia) de procurarse el cariño de la mayoría de su gente y de no hacer oídos sordos al clamor de las protestas.

Pero llegó Nicolás Maduro, educado y nutrido en La Habana en la escuela de la autocracia latina, la única universidad práctica para dictadores, de acuerdo al más elemental manual de dominación escrito en la ínsula.

El desprecio a las tradiciones, a las instituciones en pos de una anarquía disfrazada de reforma pueril son unos de sus más nefastos legados.

No puedo dejar de ver con un “te lo dije” en la frente a los intelectualoides de ultraizquierda que confunden la lucha social con la barbarie y la búsqueda de la felicidad con el camino de la muerte y la destrucción.

Réquiem por la democracia

Qué dirán ahora cuando ante el clamor de tantos que avisamos que se estaba siguiendo a pie juntillas el guión para destruir la democracia que terminó con la floreciente democracia cubana en 1961, callaron y apoyaron el chavismo.

Precisamente en esos días en Cuba el eslogan era “¿Elecciones, para qué?”. Es fácil imaginarse a los cubanos de esa época, sin internet ni prensa libre, sin viajes ni intercambio ser seducidos por el más romántico de los sueños, el de la igualdad social.

No sabían que le abrían la puerta a un lobo hambriento disfrazado de oveja que cuando ya no lo necesitó se quitó el vellón y erizó su negro lomo salpicado de tanta sangre de inocentes para morder en el cuello la libertad de Cuba en 1961 y de Venezuela en nuestros días.

Pobre pueblo, le quedan muchos jóvenes que entregar a la lucha por la libertad como un oneroso tributo por los pecados de sus padres, cual minoicos que debían entregar cada noche jóvenes inocentes a ser devoradas por el minotauro por la estupidez cometida por sus ancestros.

He ahí la gran tragedia de la tierra de Bolívar, cuyo cadáver ha sido también ultrajado por la vulgaridad de esos sátrapas, la sangre que falta por derramarse a causa de la irresponsabilidad de sus padres.

No cometamos en México el mismo error y no le abramos las puertas de nuestra patria al lobo del populismo.

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