Manipulación

“La belleza del rostro es frágil, es una flor pasajera, pero la belleza del alma es firme y segura”, Jean-Baptiste Poqueline Molière.

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Por diversos motivos he vuelto a estudiar el fenómeno de las sectas, entre ellas a personalidades de los líderes de dos catástrofes que tuvimos en el siglo pasado; por un lado la de Waco Texas, cuando el 19 de abril de 1993 sus 84 seguidores perdieron la vida, entre ellos 21 niños y 17 menores de 10 años, provocado por su líder David Koresh; y la del líder de una secta en la Guayana, donde perecieron envenenados el 20 de noviembre de 1978, a novecientas personas.

Antes que nada, para hablar de sectas vayamos a lo que dice el doctor Miguel Guerra, estudioso del fenómeno religioso, y especializado en sectas: “la secta es un grupo autónomo, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal, expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo (de la humanidad) ya individual (o del hombre en una especie de superhombre)”.

Las sectas en general no son buenas ni malas, la secta es un grupo de personas que se desgaja de otra mayor. El problema está cuando en el interior del grupo que llamamos secta, “hay destrucción y manipulación de las personas, de las familias, de los gobiernos”.

Entre las características principales en sus líderes que han aparecido a lo largo de la historia y siguen apareciendo en el mundo, y ellos sólo se han ido inmolando, podemos encontrar características similares.

César Vidal en su Diccionario de sectas y ocultismo, nos describe con mucha exactitud a las sectas destructivas: “Organización piramidal, sumisión incondicional al dirigente o cuerpo gobernante, anulación de la crítica, persecución de objetivos políticos y/o económicos ligados a los religiosos, filosóficos o espirituales, instrumentalización de los adeptos para los fines de la secta, ausencia de control o fiscalización del colectivo por cuenta de otro poder religioso o filosófico superior a la autoridad del mismo”.

Existe una total obediencia al líder. Nadie lo cuestiona. Si alguno piensa diferente al líder se le castiga severamente y es considerado un traidor, por lo cual le tratan mal dentro del grupo.

Se crea un lenguaje nuevo, que hay que estudiar, fuera del sentido común, diverso al vocabulario de uso común. Dándose abuso sobre la conciencia, nadie puede pensar diferente, se utiliza el miedo para manipular, sólo dentro de la secta hay salvación, fuera de ella o pensar diferente es obra del maligno.

El líder se sabe un “mesías autoproclamado”, que presume de tener una misión especial en la vida. Solamente siguiendo sus pasos se logrará una purificación personal, y la del grupo. Creen de manera acrítica que su causa es superior a cualquier otra. Los seguidores abrazan la organización a manera de purificación, con una sumisión total, sin cuestionar nada.

El grupo es autoritario en su estructura del poder. El líder tiene la autoridad suprema. Él o ella pueden delegar ciertos poderes en unos pocos subordinados con el propósito de que los miembros se adhieran a sus deseos y órdenes del líder. Utilizan tácticas para fortalecer la dependencia de sus adeptos. Los cambian de trabajo, los ascienden y degradan a su capricho, con el único fin de mantenerlos desequilibrados. Se les asigna metas imposibles para alcanzar. Les aseguran que si son ‘puros’ tendrán éxito, al momento de fracasar los obligan a confesar que son ‘impuros’.

Los líderes sectarios tienden a ser carismáticos, decididos y dominantes. Ellos persuaden a sus seguidores a dejar a sus familias, trabajos y amistades para seguir al líder. El grupo toma el control y no la persona; toma control de las propiedades de sus seguidores, su dinero y sus vidas.

La única opción de salvación es dentro del grupo, fuera todo viene del maligno. Aquella persona que logra salir es calumniada, rechazada y perseguida.

Otra característica de los líderes sectarios, centran la veneración de sus adeptos hacia sí mismo. Podemos ver como los sacerdotes, rabinos, ministros realmente altruistas dirigen la veneración de sus seguidores hacia Dios.

El líder se dice dueño de la verdad, aunque rehúye el debate y desdeña las razones de quienes no piensan como él. Los adeptos se encuentran en extrema dependencia, necesitando que alguien les diga lo que deben pensar, sentir, decir y hacer.

El líder afirma romper con la tradición, ofreciendo algo novedoso, e instituyendo el único sistema viable de cambio que solucionará los problemas de la vida o del mundo. Utiliza la coerción psicológica sobre sus miembros para inhibir su capacidad de examinar la validez de las presunciones del líder y su secta.

Parece mentira, pero es más fácil de lo que nos imaginamos caer dentro de las sectas. Proliferan, gracias a la insatisfacción interior de cada ser humano, a la búsqueda del Ser Superior, al desconocimiento preocupante de la doctrina de la Iglesia, a la renuncia sistemática a toda austeridad y espíritu de sacrificio.

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