Qué lástima
El hombre a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos es capaz de toda clase de traiciones...
El hombre a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos, es capaz de toda clase de traiciones, estratagemas y depravaciones.
Esta frase la escribió William Shakespeare hace más de 400 años y sigue estando tan vigente como en aquel entonces. Qué sentirían ustedes si al estar tocando el piano en un restaurante de un prestigiado hotel una pareja que la hostess va a sentar a un lado o cerca del piano le escuchan decir que lo sienten en otro lado porque quieren cenar sin ruido.
La primera vez que pasó me sentí muy mal, lo reconozco, pero ahora pasa tan a menudo y cada vez más seguido que en verdad pienso que se están perdiendo cosas de un valor incalculable y no nos estamos dando cuenta. Algo que otrora podría ser la cereza del pastel, ahora resulta incómodo.
Ir a cenar con música en vivo es realmente genial, obvio cuando el músico sabe su oficio y no me refiero a tocar, me refiero al oficio de interpretar para comensales, sin el ego de artista, sabiendo que es la música de fondo y que sirve para amenizar los alimentos de los asistentes creando una atmósfera agradable que es parte de un todo en esa experiencia culinaria.
Ahora la gente, en lugar de disfrutar los alimentos, va a tomarles fotos, a mandar mensajes, incluso a hablar por teléfono y a muchas cosas menos a pasar un rato en pareja o amigos o a convivir entre los asistentes y parece eso una junta de reporteros que tiene que subir a la red la información de lo que ahí está pasando en vez de convivir y disfrutar a los amigos compartiendo el pan y la sal, como decía mi padre.
Amo mi trabajo si es que se le puede llamar trabajo. Amo tocar y por supuesto que la gente aplauda, pero más amo ver cómo están con los dedos o con los pies llevando el ritmo de lo que interpreto, las caras cuando reconocen algún tema de su preferencia y más cuando veo aquella cara que me dice que le atiné a interpretar el tema de esa pareja o de esos amigos que les sirve mi música para crear de esa experiencia culinaria un momento realmente mágico y maravilloso.
Cada vez hay menos pianos que tocar en los hoteles y me imagino que es porque las generaciones van cambiando y este arte está feneciendo.
¿Ustedes qué opinan? Hasta la próxima semana.