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Maria Luisa se despertó esa mañana con una sensaciñon de agobio. Este asunto del coronavirus le preocupaba, no porque puediera enfermarse sino porque con las recientes recomendaciones del gobierno lo único que sabia a ciencia cierta era que durante dos semanas mas tendría que estar con su familia recluida en su casa. Ya no creía en lo que decía el presidente cada mañana; que si la corrupción era la solución, que si se habían hecho ahorros con la lucha contra el huachicoleo, que si la economía del país estaba fuerte… Eso no le decía nada porque lo único que tenía claro es que algo tendría que hacer para ayudar a su esposo para tener que darle de comer a su familia. No salía mucho de su casa. No tenían dinero para enfermarse y por eso seguía tanto como podía las recomendaciones que llegaban por el what`s, se lavaba las manos con agua y jabón cada vez que se acordaba, no besaba a sus hijos y cuando por alguna razón tenía que salir de casa, se bañaba al volver.

Maria Luisa le daba vueltas en su cabeza  la idea de cómo ganar algún dinero. A su marido le habían dicho que esa semana lo iban a retirar del trabajo hasta que las cosas mejoraran pero no le dijeron si le iban a pagar mientras estuviera en su casa.

El Gobernador había anunciado la creación de un fondo alimentario para apoyar a las familias, pero no sabia dónde preguntar cómo iba a funcionar eso. De todas maneras eso le dio un poco de esperanza, podía hacer unas empanadas y venderlas en su colonia…  Aunque ya las habían dejado de comprar con la cuarentena.

La indecisión la dominaba. Por un lado, tenía la necesidad de un ingreso para sus necesidades más urgentes. La CFE, Aguakan no iban a condonar deudas ni hacer descuentos. Pero, por otro lado, le decían sus vecinas que lo más duro del contagio iba a estar en estas dos semanas que seguían y tenía que quedarse en casa.

Difícil decisión: salir, exponerse para conseguir algo de dinero y si se contagiaba sabría Dios que podía pasarle a ella o a alguien de su familia o QUEDARSE EN CASA como estaba haciendo la mayoría de sus  vecinas y conocidos. Se levantó de la hamaca, se lavó la cara y al hacer el desayuno viendo a sus hijos decidió que se quedaría en casa, como fuera podían pasar los 15 días que recomendaban guardarse, después Dios diría.

PARADOJA

El parque del Crucero en Cancún quedó hermoso, bien iluminado, con su letrero para tomarse la foto y sus fuentes de colores; sus cámaras de seguridad y sin vendedores ambulantes. Realmente fue un acierto rescatar este espacio público para los cancunenses aunque pienso que quedó un tema pendiente de resolver: el espacio para estacionarse por si una quisiera darse la vuelta una de estas tardes de primavera. Sin embargo, si la autoridad municipal no pone orden no tardará en instalarse otro lugar, cerca del emblemático Crucero, a lo largo de todo el camellón que divide los carriles de alta y baja entre las glorietas de las avenidas Uxmal y Chichén Itzá; donde se amontonan la enorme cantidad de combis del transporte público, se aglomera la gente y empiezan a proliferar los vendedores ambulantes. Están a tiempo las autoridades municipales.

Nos encontraremos en este espacio la próxima semana, recuerde #QUÉDESEENCASA hasta nuevo aviso y sonría que las buenas noticias también llegan todos los días.

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