Más allá del asfalto

Un día como cualquier otro, en el que mi rutina se encontraba a la mitad de su duración habitual, pero llena...

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Un día como cualquier otro, en el que mi rutina se encontraba a la mitad de su duración habitual, pero llena de grandes satisfacciones, iba por la carretera pensando sobre cada pendiente de la jornada con la mirada muy fija en el camino, cuando, de forma espontánea, despegué los ojos del pavimento y al alzar la vista, pude regresar al mundo habitual, aquél que nos ofrece mil maravillas a cada instante. Fue entonces cuando algo en el interior dictó: respira y vive.

El número de veces en el que somos incapaces de observar hacia otras direcciones es incalculable. Se suele incluso llegar al punto en el que se resbala por el borde de la obsesión, siendo esta misma la que nos consume y nos aparta del verdadero arte de vivir. Las oportunidades y dichas transcurren y se esfuman ante nosotros como lo hacen los segundos en el tiempo. La presencia se vuelve inerte y el alma pierde cada color que la compone y, en algunas ocasiones, el egoísmo sube como la espuma, encerrando nuestro corazón y razón en la burbuja del “yo", es decir, fijarnos solamente en lo que quiero, lo que a mí me importa, lo que sólo yo necesito, cayendo en una actitud de individualismo absurdo que nos hace olvidar que el trato que damos hacia los demás es el mismo que a la larga recibiremos. Por ello es importante entender cómo medimos, cómo actuamos, qué decimos y por qué.

En el mar de las opciones, navegamos sin rumbo fijo, sin embargo, debemos detenernos para valorar cuál es la mejor, cuál gratifica al alma y la llena de paz y alegría, pues el origen y la esencia son indispensables en el trayecto de un nuevo día y han de ser nuestro escudo para luchar por nuestra existencia y nunca permitir que la luz interna se apague. Las circunstancias van y vienen, es verdadero, pero la huella que imprimimos en los demás perdura a través del tiempo. Nosotros decidimos si esta estampa es positiva o negativa, reconfortante o lúgubre.

Por ello, toma cada día como el inicio de una nueva aventura y, mientras recuerdas esto, levanta la mirada y suelta lo que te nuble mientras abrazas de nuevo lo que te apasiona, aquello que te recuerda cuál es tu propósito mientras despides todo aquello que te esclaviza, pues no se viene a este mundo a ser rehenes sino libres para dejar con amor gratas memorias en los demás. Las tomas de decisiones son difíciles, pero necesarias en diversos momentos, pero como seres humanos poseemos la habilidad de reinventarnos cada día, entonces coloca candados a los ciclos para cerrarlos por completo, los tiempos son ahora y no después. Que las piedras del camino te ayuden a construir muros que te blinden de lo negativo, que las heridas se vuelvan escaleras para subir, pero sobre todo, que cada lección te haga recordar quién eres para no olvidar que,  sin importar personas o acciones, la mirada va siempre hacia arriba y no en tus pies sobre el asfalto.

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