El natural y simple discurso de AMLO

A las tristezas, a las desazones y lo terrores, siguió la paz y la esperanza.

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A las tristezas, a las desazones y lo terrores, siguió la paz y la esperanza. Ambos discursos presidenciales de la toma de protesta fueron administrativamente correctos y no estuvieron plagados de nada rimbombante ni mucho menos nacionalista. Los discursos inaugurales de los grandes déspotas de nuestra américa han estado llenos de referencias a la patria y al patriotismo como entidades intangibles que se unen a su forma de gobierno como uno solo.

El nefasto Castro I se denominó a sí mismo como el único continuador del ideario de José Martí. Hugo Chávez y su abúlico heredero se adueñaron de Simón Bolívar hasta la ignominia de sacar sus restos del descanso y profanarlos a la luz pública en una especie de reality barato de egiptología. Lentamente fueron mimetizándose con el concepto de patria y de nación hasta convertirlo en uno sólo: en Cuba o eres castrista o no eres cubano y el opositor a Castro es traidor a la patria.

El presidente López Obrador llamó a sus oponentes: “adversarios, no enemigos”, rechazó tajantemente la reelección y la censura de prensa.

Llamó a todos los mexicanos por igual a construir un país moderno e inclusivo. Nada de lo que propuso o habló tiene diferencia con la realidad que se vive en naciones desarrolladas: salud universal, impulso al empleo, obra pública auditable y transparencia total en el uso de las finanzas públicas.

Si cumple todo lo que promete pues sí, es la cuarta transformación de que tanto habla. Nunca agredió en ningún momento de sus alocuciones a ningún sector de la sociedad ni dejó oído sin aludir. Todos fuimos increpados, pobres, ricos, empresarios, educadores y políticos. No habló de regalar dinero, sino de apoyar a quien está desamparado o está estudiando.

Más que un discurso populista, y muy a pesar suyo, lo que le quedó fue un auténtico discurso liberal inclusivo. Cada quien tendrá que levantar su propio peso, pero mientras lo hace no estará solo ni desamparado. Es insultante que los políticos mexicanos sean de lo más opulentos del mundo mientras la salud pública no es universal y la educación de calidad no está al alcance de todos.

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