Estamos respirando veneno

Se calcula que una de cada ocho muertes globales está asociada con la exposición a contaminantes

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La Organización Mundial de la Salud advierte, como cada cierre de año, que “la contaminación del aire continúa siendo el mayor riesgo medioambiental para la salud”. Se calcula que una de cada ocho muertes globales está asociada con la exposición a contaminantes atmosféricos. Aproximadamente, son 7 millones de personas cada año, y más de la mitad e registra en los países en desarrollo.

Además, los grupos más vulnerables, como niños, ancianos y familias de menores ingresos y con un acceso limitado a la asistencia médica, son más susceptibles a los efectos nocivos de dicha problemática mundial, donde México ocupa, lamentablemente, un puesto preponderante.

Los perjuicios en los humanos son severos. No hay duda. En la naturaleza, van desde cambios drásticos en la calidad del agua y del suelo, hasta bioacumulación de toxinas tanto en la cadena alimenticia como en la flora y fauna silvestres, lo cual provoca su extinción, y consecuentemente un desequilibrio en los ecosistemas.

En el marco de la conmemoración del “Día Mundial de la Educación Ambiental” del próximo 26 de enero, es obligatorio reflexionar en torno a las bases de la “educación ambiental”, que radican en conocer la información; es decir, saber cómo se origina la problemática, para después saber cómo combatirla y qué podemos hacer para prevenir.

¿Cuáles son las causas? El deterioro se produce por vehículos automotores, quema de combustibles, emisiones industriales y de la minería, uso de solventes y aerosoles, incendios, incineración de basura, empleo excesivo de equipos de aire acondicionado y de calefacción, estufas de gas, hornos que usan leña, así como polvo fugitivo (de obras, tabaco, heces fecales y fuegos artificiales, entre otros).

¿Qué podemos hacer? Informarnos acerca de los niveles de la calidad del aire en nuestras localidades a través de los “sistemas de monitoreo atmosférico” que los gobiernos deben o deberían implementar, para saber con precisión si conviene o no realizar ciertas actividades. Por otro lado, exigir a nuestros representantes y servidores públicos que trabajen en políticas públicas ambientales eficientes, integrales, transversales y congruentes.

Paralelamente, combatir las causas que deterioran el aire. Es cuestión de conciencia y voluntad, e implica acciones sencillas que van desde dejar de fumar -o no arrojar colillas de cigarro en la vía pública-, hasta no quemar basura ni usar fuegos artificiales en fechas como estas.

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