Pa’ todo el año (2)

Retomamos la revisión de algunas de las reformas del postrero paquete de una veintena de iniciativas...

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Retomamos la revisión de algunas de las reformas del postrero paquete de una veintena de iniciativas que el presidente Andrés Manuel López Obrador envió al Poder Legislativo, con la conciencia de que no serán aprobadas —porque requieren de una mayoría calificada que hoy no tiene— pero que espera que su “Titina” Claudia Sheinbaum Pardo —mientras no se le revele después de la elección o al asumir el cargo, en caso de ganar— habrá de encargarse de promover, y las dos terceras partes de sus correligionarios en los escaños que pretende ganar en el Congreso de la Unión de aprobar, condición sine que non, pues las modificaciones son a la Constitución General.

Nos preguntamos —como en casi cada hito del gobierno lopezobradorista— si el presidente propone lo que propone por inconsciencia, o por saber más que perfectamente que puede engañar y hacer su voluntad.

En esta ocasión lo hacemos —preguntarnos— con el tema de los legisladores de representación proporcional, sin cuya existencia él no habría gobernado ni yendo a bailar a Chalma, pues la oposición a la cual perteneció durante décadas se fue abriendo camino en la escena política y en el reparto del poder precisamente gracias a la existencia de los llamados legisladores plurinominales, que hoy pretende desaparecer.

En realidad, la hipótesis de la bucólica ignorancia —que es tentadora, merced al modo de expresarse y a la apariencia tan zafia del mandatario—, empero, acaba siendo superada por la de la sapiencia taimada, ladina que caracteriza a su desempeño político.

El presidente López sabe perfectamente que la creación de la figura plurinominal para los legisladores permitió los avances de la oposición desde las épocas en la que estaba expresamente proscrita —los tiempos del Partido Comunista Mexicano y de la derecha perseguida desde la Cristiada de Plutarco Elías Calles— hasta que desbancó al PRI de un poder que monopolizó durante más de siete décadas, con el triunfo de Vicente Fox Quesada en 2000. La izquierda, que ganó en 1988 pero fue despojada —no así en 2006— arribó ya no a Los Pinos, pero sí al Palacio Nacional.

Aunque a veces sospechamos que cada madrugada o la noche a anterior el presidente se chuta un par de páginas de México a través de los siglos o a lo mejor del viejo texto gratuito de Historia para primaria —antes de que su gobierno extinguiera esta única fuente de conocimientos en la materia para la mayoría de los mexicanos— y asó poder mencionar un pasaje en su conferencia matutina, seguramente sabe por qué razón vital para la democracia mexicana surgieron las diputaciones y senadurías de representación proporcional.

La violencia irracional, asesina y la lacerante antidemocracia de sus antecesores —Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, a caballo infernal en la historia entre la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968, el “halconazo” del Jueves de Corpus de 1971 y la Guerra Sucia contra las guerrillas urbanas y campesinas de los años setenta, José López Portillo se vio obligado a ceder espacios o al menos sus posibilidades a las oposiciones, de manera tal que en 1977 se llevó a cabo una reforma electoral que introdujo la figura de la representación proporcional, conocida popularmente como plurinominal, para permitir la presencia activa en el congreso de los partidos que obtuviesen una votación mayor al 2.5 por ciento del total —hoy se requiere el tres por ciento—.

No es exagerado decir que con en ese momento nacieron formalmente los partidos de oposición como verdaderas fuerzas políticas y ya no como las inoperantes entelequias que habían sido hasta entonces.

Así llegó la oposición de izquierda a compartir en alguna —creciente— medida el poder con el PRI. En aquel cambio se originó la posibilidad real de sacar al ex PNR de Los Pinos y de que las oposiciones de derecha e izquierda, tras largas y no pocas veces cruentas luchas, participaran formal y legalmente en los gobiernos.

¿Y qué pretende López con la reforma en comento? Bueno: pues desde que ya no es opositor, sino gobernante; a partir de que ya no tiene que luchar más por entronizar sus causas en el poder, pues ahora el poder es él, como que ya no le hace gracia que los opositores tengan espacios que bien pudiera acaparar con su aplanadora electoral, y ahora incluso se da el lujo de perpetrar elecciones de estado, de imponer a diestra y siniestra y se prepara para instaurar un maximato —por aquello de “jefe máximo”— muy parecido a aquel que implantó Plutarco Elías Calles, contra el cual la oposición luchó durante siete décadas del siglo XX, mucho después de muerto el legendario “Turco” sonorense.

Fuera “pluris”. Aquí solo mis gandayas morenos mandan —acompañados por paridos más bien bufones—, y como que ya eso de la democracia… ¡guácala!

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