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La historia de los Juegos Olímpicos comienza en el año 776 aC, en Olimpia, Grecia, donde  se realizan los primeros juegos Olímpicos. El premio a los atletas consistía en una corona de olivos, y solamente participaban hombres. El emperador Teodosio, once siglos después los cancela por considerarlos un espectáculo pagano. Los Juegos Olímpicos de la era moderna son concebidos por el barón Pierre de Coubertin y se gestan en 1894 en la Universidad de la Sorbona.

Es importante mencionar el gran amigo del barón de Coubertin, el fraile dominico, Louis Henri Didon, nació en Francia en 1840 y es considerado como uno de los pioneros del movimiento deportivo internacional y de los Juegos Olímpicos modernos. A los nueve años entró en el pequeño seminario de Rondeau y, tiempo después se hizo fraile de la Orden de los Predicadores. Era un apasionado del deporte desde su infancia. Didon fue director de un colegio de dominicos en París, donde estableció el deporte como una de las principales prácticas educativas del curso escolar.

Amigo de Pierre de Coubertin (padre de los Juegos Olímpicos modernos), el fraile Didon se convenció gracias a este de la necesidad de integrar el deporte y las actividades formativas en las escuelas religiosas. Para ello, creó en su colegio una asociación deportiva oficial y logró que, en 1891, la escuela participara en su primer evento deportivo. Coubertin era el director de la carrera y el padre Didon hizo bordar en la bandera del colegio, blanca como el hábito dominico, el lema "Citius, Altius, Fortius" (más rápido, más alto, más fuerte), que se convertirá, en 1894, en el lema oficial de los Juegos Olímpicos modernos.

El 24 de junio de 1894 se crea el Comité Olímpico Internacional (COI) con la asistencia de 15 países. Se designa al griego Demetrios Bikelas como presidente y a Coubertin como secretario y se determina la organización de los Juegos de Atenas para 1896. En esta primera edición participan 14 países y 241 deportistas (exclusivamente hombres) que compiten en 43 pruebas de 10 disciplinas.

El estadounidense James Connoly, en salto triple, es el primer campeón olímpico en más de 1.500 años. Las competencias de natación se realizan en mar abierto. Y los premios que se otorgan son una medalla de plata, una corona de laureles y un diploma. La gran figura de los primeros Juegos es el maratonista griego Spiridon Louis. Gana la carrera creada a instancias del historiador Michel Breal y entonces la distancia recorrida (40 kilómetros) es la que había realizado el soldado Filipides en 490 AC desde el monte Maratón hasta Atenas. Esto le devuelve la ilusión a los griegos, quienes no habían logrado buenos resultados hasta esa prueba. Finalmente, sólo Louis se transforma en un héroe nacional. La prensa ignora el evento casi por completo.

Pero la relación entre los dos entusiastas del deporte no se detendría ahí. El fraile Didon y el barón de Coubertin estuvieron juntos de nuevo en 1896 en Atenas para la celebración de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Es más, Didon organizó para la ocasión un gran viaje escolar. Defensor de los valores del deporte, el fraile dominico predijo "que los vencedores del fútbol tienen muchas posibilidades de ser los laureados y los intelectuales del mañana". Vinculado al movimiento olímpico desde sus orígenes, Didon llegó a dar un discurso ante el Congreso Olímpico de 1897 que se celebró en Le Havre.

Con el paso de los años, los deportistas dejaron de ser amateurs, y poco a poco, aunque en el reglamento se dice que no se debe incluir nada político ni religioso; las cosas se han ido desvirtuando desde finales del siglo pasado, con muchos mensajes políticos, en las inauguraciones y clausuras, pudiendo ser subliminales o no.

Para llegar a estas olimpiadas en París,  donde se vio una gran promoción a una ideología, faltando al espíritu olímpico, ofendiendo a millones de personas y por momentos reduciendo  la riqueza cultural de un gran país, sin importar las ofensas causadas.

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