Por la historia será juzgado
El país llega a un día histórico: El final de un mandato, que sin duda será juzgado con lupa, y el inicio de un...
El país llega a un día histórico: El final de un mandato, que sin duda será juzgado con lupa, y el inicio de un gobierno que los expertos no atinan a dilucidar si será “el comienzo de la continuidad” o si se impondrá un sello especial que lo distinga.
Este 30 de septiembre culmina una lucha de más de 18 años que inició en el ahora extinto Partido de la Revolución Democrática y que cierra con un balance que para muchos fue adverso y para muchos otros fue benéfico.
Este corte de caja obliga a los 130 millones de mexicanos a hacer un minucioso escrutinio de lo ocurrido en los últimos o más recientes seis años.
Habrá que sacar la regla y medir los aspectos positivos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador como, tal vez y sólo tal vez, haber sido el único presidente que volteó a ver a los más necesitados a través de programas sociales que –cabe decir- sigue en la polémica de si estos en realidad beneficiaron o perjudicaron al país por dos aspectos muy puntuales: Si la intención fue apoyar a los más necesitados, se requería de un estudio socioeconómico de los beneficiarios.
Y otro de los beneficios fue la disminución en el tipo de cambio del peso frente al dólar, en comparación a la cotización que existía cuando inició esta administración, aunque los analistas atribuyen esto a factores externos y no a la política económica mexicana. Además la eliminación de la pensión a ex presidentes, que muchos aplaudieron.
En cuanto a los perjuicios, el saldo obtenido fue mayor (en este sentido, los seguidores de AMLO tendrían parte de razón al apuntar que lo mismo ha sucedido con todos y cada uno de los ex presidentes). Y en este sentido, pondría en primerísimo lugar la forma en que dividió al país, la polarización que provocó al marcar “a los que están conmigo son los buenos y los que no están conmigo son corruptos, chayoteros, conservadores, neoliberales, la mafia del poder, fifís”, demostrando siempre autoritarismo e hipersensibilidad a la crítica. Intolerancia, pues.
Entre otros se debe apuntar el cúmulo de promesas incumplidas, en especial la disminución al precio de las gasolinas y el mejoramiento al sistema de salud (hoy peor que nunca), compromisos que influyeron, en gran medida, a que obtuviera el triunfo en 2018.
Ya como presidente, López Obrador declaró la guerra al huachicol de combustibles, guerra, por cierto, perdida. Ni qué decir de la forma en que afrontó la pandemia, lo que colocó a México entre los países más devastados por el Covid-19, con cerca de 780 mil muertes, según datos oficiales, muchísimas de ellas que se pudieron haber evitado.
En fin, muchos otros temas que afectaron a la nación como los malhechos libros de texto, la política migratoria (con el incendio a las instalaciones del INM en Ciudad Juárez), el multimillonario pago por cancelar el aeropuerto de Texcoco, la devastación ambiental por el Tren Maya (sin los estudios correspondientes ni de viabilidad), la intervención al INE –que le dio el triunfo- y la reforma al Poder Judicial, así como a los órganos autónomos, y la delicada relación con los socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, y la negativa a visitar el desolado Acapulco y a su gente con hambre y sed tras el paso del huracán Otis.
Especial mención se debe hacer al hecho de que este ha sido el sexenio más violento con casi 200 mil asesinatos, lo que demuestra que su estrategia de “abrazos, no balazos” fue un rotundo fracaso, con casi su nula estrategia de combate a la delincuencia organizada.
No hay duda que en torno al gobierno de López Obrador se escribirán libros y libros, y sobre todo que la historia será la encargada de juzgarlo, ya sea para bien o para mal…
…Y ya sin sus Mañaneras de autodefensa.
Los detractores sólo esperan que con la culminación de esta presidencia terminen también tantas ocurrencias, caprichos, mentiras, intolerancia, ataques y divisionismo.
Al país le urge la cohesión y que todos rememos en el mismo sentido.