Tiempo de canallas

Son tiempos de cambios, de rupturas, de decisiones, de definiciones, de oportunistas.

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Son tiempos de cambios, de rupturas, de decisiones, de definiciones, de oportunistas. Así siempre ha sido al acercarse el ocaso de cada sexenio. Son, como diría la devaluada clase política, “tiempo de canallas”, de traiciones. Ni hablar, es la condición humana, y ésta de cambiar de piel, como las víboras, es una condición sine qua non de quienes se dedican a la poco digna condición de políticos.

 

A lo largo del sexenio, pero en particular en los últimos días, hemos visto cómo varios personajes cambian de chaqueta, de color, de partido… de principios –si es que los tuvieron– justificando su decisión con los mismos argumentos con que hicieron base en el bando que abandonan. Y es que, como dice Ernesto Sabato en “La Resistencia”: “En la vida existe un valor que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir”.

 

Esa fidelidad, que debe nacer de valores y principios, se acrisola en las fuerzas armadas en los planteles y las diversas unidades. Las promesas y juramentos no son meros protocolos o formulismos. Empezando por la fidelidad que juramos a nuestra Bandera, a la Patria; la lealtad que prometemos a las instituciones; el espíritu de cuerpo que se decanta en los cuarteles o en los buques donde se forjan lazos fraternos que perduran más allá de la vida castrense. Y muy importante: nadie patea el pesebre ¿Saben de esto los políticos?

 

Al parecer no, porque su doctrina es otra, su lema es esa frase atribuida a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, y además el autor de El Príncipe afirma que “La política no tiene relación con la moral”. Visto así, debe ser entendible lo que hemos visto recientemente: un dirigente nacional de un partido rompiendo sus promesas con una alianza opositora para dar su voto a una iniciativa en la que se acordó ir en contra argumentando estar “a favor del pueblo”; y un senador yucateco que brinca al partido en el poder para “trabajar, sobre todo por los que menos tienen”.

 

No debemos olvidar la coyuntura en que se dan sus dichos y hechos. Del primero, Alejandro Moreno “Alito”, cuando avanzaba una solicitud de desafuero en su contra por enriquecimiento ilícito; del segundo, Raúl Paz Alonzo, avizoraba un futuro poco promisorio en Yucatán, ante cuadros mejor posicionados, de ahí que oyó el canto de las sirenas y pasó a las filas de Morena a unas horas que se votara en la Cámara alta el dictamen de reforma constitucional para ampliar hasta 2028 la presencia de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, que por lo pronto se frenó.

 

Hago mío el comentario del columnista José M. Ramírez Hernández, publicado en octubre del 2017 en grupo SIPSE: “Hoy en día el honor es como las especies en vías de extinción, sobre todo a nivel político”.

 

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