Tiempos aciagos

"Libertad de creencias nunca debe ser interpretada como libertad para destruir a otros", Frank Pavone.

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¿Cuándo cambió ese mundo tranquilo en el que nacimos y podíamos jugar y correr en las calles? ¿Cómo se permitió perder nuestra seguridad tanto nacional como internacional? 

En las últimas semanas las noticias de violencia han sido devastadoras. Y no voy a tocar las de nuestro país que crecen y crecen constantemente.

La ola de violencia en que nos empezamos a sumergir, sin darnos cuenta, empieza a crecer y crecer. Entre guerras y asesinatos en diversas partes del mundo. Ya es normal escuchar en las noticias los asaltos, asesinatos y desaparecidos constantemente.

Vivimos tiempos aciagos. Por muchas razones. Pareciera que en todos los frentes de la vida humana hay crisis.

A nivel ambiental, el clima parece acelerarse cada año, no sólo amenazando nuestro estilo de vida, sino el de miles de especies. Las crisis económicas parecen no tener fin, llevando a millones a la pobreza y destruyendo el futuro de incontables generaciones de jóvenes. La violencia en las calles se incrementa cada día; las guerras entre países, la pandemia.

Mencionando algunos hechos relevantes: Por un lado, nos dicen de la masacre en Owo Nigeria, el 5 de junio con más de cincuenta muertos, centenares de heridos y el sacerdote que oficiaba la santa misa fue secuestrado.

También llega la noticia de las muertes en Uvalde, Texas, el 24 de mayo, con un saldo de 21 muertos, entre niños, profesores y el propio asesino. Así como el asesinato de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua. La lista es interminable.

Tristemente a la noticia de Nigeria se le ha dado poca cobertura, ha sido perpetrada por un criminal, y no por una persona inestable como fue en Texas, aparentemente. Algunos medios informan más las muertes de los del primer mundo; las muertes del tercer mundo son prácticamente ignorados, aunque cada muerte es lamentable.

Cada ser humano, sin importar la raza, condición social o lugar donde habita, es un ser dotado de dignidad, y cada muerte hay una familia que la sufre, que vive el duelo de la pérdida, de la necesidad de perdonar al asesino, sin importar cuáles fueron sus motivaciones, para poder vivir en paz.

Lo más lamentable de todo es ver de qué es capaz el corazón del ser humano, de matar a sus semejantes, por pensar diferente, por recibir un pago, por inestabilidad emocional.

Sin embargo, hay una crisis que puede hacer que todas las demás se sigan acrecentando. Hay una crisis que está en el centro de las demás y que, con ella, es imposible encontrar la brújula para salir de las demás y esa es la crisis en los valores, la crisis del sin sentido de la vida, la crisis de la ausencia de Dios en nuestras vidas.

Sin valores, sin Dios, es fácil abusar del otro, no respetarlo, no entender los límites del respeto y la dignidad. Es la carencia de estos lo que permite el abuso no sólo de los demás, sino de uno mismo. Y para tener valores no hay que tener dinero, esta crisis no tiene que ver con las demás. crisis.
Vivimos tiempos aciagos, sí. Pero si la vida misma deja de tener valor cómo vamos a poder respetar a otro ser vivo de nuestra misma especie, o de cualquier otra.

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