Vergonzante involución legislativa

Es casi inevitable, porque para nombrar —y calificar— tendemos a lo general y no a lo particular...

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Es casi inevitable, porque para nombrar —y calificar— tendemos a lo general y no a lo particular: los quintanarroenses seremos considerados algo así como pitecántropos legislativos cuando, de manera ineluctable, la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechace la retrógrada normatividad sobre el matrimonio de personas con VIH y enfermos de sida promovida y hecha aprobar por el iletrado “líder” de la XVII Legislatura, Humberto Aldana Navarro, e incondicional compañera de bancada morenista Mildred Ávila Vera, que más que diputada parece mascota del elemental sujeto que preside la Junta de Gobierno y Coordinación Política del congreso local, lo que sucederá cuando estos ya sean legisladores federales y, por tanto, tengan lamentable notoriedad más allá del Caribe mexicano.

Así sucede: solemos decir “Jalisco aprobó…” o “Chiapas rechazó…” cuando de leyes y disposiciones legislativas de los estados se trata, pues a nadie interesa demasiado el nombre o los nombres de los promotores de las iniciativas, sean estas brillantes o de plano abstrusas. Será una vergüenza —y es prácticamente inevitable, pues se da por hecho que el Morena, partido que los postula, arrasará en las elecciones generales y locales del 2 de junio— que un par de pitecántropos legislativos nos representen en el país cuando el máximo tribunal inevitablemente rechace la regresiva ley que, contra los derechos humanos e incluso debido a una iniciativa de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que comentamos en la entrega inmediata anterior, este par de lelos nos enchaquetó.

Este viernes fue rechazado un último intento por explicarles a los ineptos legisladores —uno no pasó de la preparatoria, pues su ocupación era parrandero y bohemio de pandilla, y la otra, aunque estudió licenciatura en Educación Primaria, nunca en su gestión pública ha utilizado su pensamiento, subrogándolo a sus “jefes”, como la legendaria líder del cancunense FUC, Magaly Achach Solís, y ahora el zafio presidente del congreso—, con peras y manzanas, por parte del diputado Hugo Alday Nieto, que agota de manera clara y contundente no solo las razones constitucionales, sino también de convencionalidad internacional, por las que dicha burda iniciativa, atentatoria contra los derechos humanos y toda razón jurídica, por las que debiera arrojarse sin más al tacho de la basura, pero que por desgracia acabará exhibiéndonos como la sociedad primitiva, pre-tribal que definitivamente no somos los quintanarroenses, sino solo los diputados del Morena y adláteres oportunistas y aplaudidores.

En vez de la discriminatoria reforma de la humillante ley “Aldana-Vera”, que prohíbe a las personas portadoras de VIH y enfermas de sida contraer matrimonio, Alday propone este texto, a la vez práctico y respetuoso de los derechos humanos:

Tras citar antecedentes de sentencias de la Suprema Corte que ya son criterios y, de presentarse más controversias, seguramente harán jurisprudencia, como un sonado caso de un reo en Nayarit al que se le quiso impedir casarse por tales condiciones, el abogado —él sí estudió, sabe de leyes y es una persona por demás preparada— propuso una salida que libraba la brutalidad inhumana de la propuesta de sus colegas, que pasó entre los venales diputados solo porque calculan que aprobarle todo al Morena significa estar bien con el sistema y hasta tener chamba —hueso— más adelante.

A propuesta de Alday, diría el artículo 682, fracción II del Código Civil para el Estado de Quintana Roo, que habla de los requisitos para contraer matrimonio, ad litteram: “Certificado médico sobre el estado de salud de los contrayentes expedido por una institución pública, especificando el estado de salud de las personas que pretendan contraer matrimonio, de tal manera que las personas estén debidamente informadas de su decisión en los términos que corresponda”.

La salida legislativa, justa e inteligente, amén de clara y comprensible, fue, como era previsible, rechazada por la irracional panda legislativa y, por tanto, no nos libraremos de pasar, como quintanarroenses, una terrible vergüenza a nivel nacional, pareciendo como un estado que se da a sí mismo leyes como del pleistoceno.

En vez de evolucionar, involucionamos. No pasará del coraje y la indignación entre los afectados la torpeza parlamentaria de la XVII Legislatura pues, dados los criterios precedentes, la ridícula Ley Aldana-Vera contra los derechos humanos de las personas portadoras de VIH y enfermas de sida acabará obrando solo en el anecdotario de otras tantas propuestas estólidas de los diputados quintanarroenses, quienes no se cansan de que la Suprema Corte los ponga en ridículo, les jale las orejas y les corrija la plana, aunque, por desgracia, con el estigma de tan feas taras intelectuales cargará todo el estado.

Ni modo: si por ellos votamos, seguramente es porque de alguna ingrata manera nos lo merecemos.

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