La aldea: Lo que se juegan los palestinos en la ONU
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas , pedirá el próximo jueves al organismo que se otorgue a Palestina el estatus de “Estado” no miembro.
Laurent Zecchini/Le Monde
JERUSALÉN, Israel.- En la fase actual, el movimiento islamista Hamás, en el poder en la estrecha Franja de Gaza desde 2007, se ha convertido en el principal interlocutor político y estratégico de Israel. Pero esto no va a durar.
El próximo jueves 29, la suerte de Palestina volverá a estar en el primer nivel de las preocupaciones internacionales: ese día, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas —que gobierna en Cisjordania—, pedirá a la Asamblea General de Naciones Unidas que se otorgue a Palestina el estatus de “Estado” no miembro.
La cita reaviva las complejas relaciones entre EU e Israel, y entre el jefe de la Casa Blanca y los palestinos. ¿Se aprovechará Barack Obama de la campaña electoral en Israel para devolverle la moneda a Benjamin Netanyahu, que le dio un insistente apoyo a Mitt Romney?
El jefe de la Casa Blanca, que en 2010-2011 se tronó los dedos sobre la cuestión de la colonización israelí en los territorios palestinos, ¿se mostrará más circunspecto durante su segundo mandato? ¿O más bien se va a preocupar de la huella que él deje en la Historia? ¿O qué asunto, mejor que el de la solución del conflicto israelo-palestino, podría permitirle alcanzar tal objetivo para justificar a posteriori su premio Nobel de la Paz? Si así fuera, deberá volver a comprometerse fuertemente en Oriente Medio.
De cualquier forma, no tiene opción: los asuntos potencialmente explosivos del conflicto israelo-palestino y del programa nuclear iraní están sobre su mesa, y con una urgencia innegable. La fecha de una eventual operación militar dirigida a destruir los sitios nucleares iraníes fue aplazada por Netanyahu para la primavera o el verano de 2013. En 2010, los jefes militares de Israel se opusieron a una opción que consideraron demasiado aventurada para el Estado hebreo.
Y si bien nada indica que ellos hayan cambiado de opinión, Netanyahu tiene la intención de orientar la elección parlamentaria del 22 de enero próximo hacia una suerte de referendo que lo mandate para la guerra.
Pero antes está el plazo en la ONU, fuente de esperanza para los millones de palestinos que sueñan con transformar su patria en un país con fronteras internacionalmente reconocidas.
Sin embargo, la alegría podría ser muy breve ya que probablemente Israel va a castigar on fuerza —campaña electoral obliga— a la población palestina de Cisjordania. Al respecto, Netanyahu tiene el apoyo de facto de Obama de que el Estado palestino debe nacer de la negociación, no de un reconocimiento en la ONU.
Los palestinos buscan tranquilizarse a sí pensando que seguramente Israel no se atreverá a decidir sanciones drásticas en su contra que, en tanto desestabilizarán a la Autoridad Palestina solo servirían para cuestionar el estatus quo de seguridad del cual goza la mayoría de los ciudadanos israelíes. Pero esto es olvidar que, en el contexto electoral de una sociedad israelí que no deja de caminar hacia un nacionalismo más religioso, Netanyahu —lo ha demostrado en Gaza— no asumirá el riesgo de aparecer como una paloma frente a los palestinos.
Desde ya, la amenaza de una revocación de los acuerdos de paz de Oslo (1993) es agitada por el liderazgo israelí, lo que supondría anular los compromisos financieros y de seguridad con la Autoridad Palestina.
Los palestinos se dicen listos a enfrentar las consecuencias de su postura ante la ONU, es decir las represalias israelíes. Pero no es seguro que la legitimidad de Mahmud Abas pueda resistir demasiado, ya de por sí bastante erosionada por el fracaso de su estrategia política de negociación con Israel, la grave crisis financiera de la AP y las ganancias políticas de Hamás.
La nueva crisis israelo-palestina no tendrá ganadores. Los palestinos van a constatar que numerosos países europeos, con pocas ganas de perder el apoyo de un presidente estadunidense al comienzo de su mandato, van a optar por una pusilánime abstención ante el voto del 29 de noviembre.
Tal vez los palestinos necesitan ese pasaje en la ONU a modo una catarsis política. Pero la experiencia corre el riesgo de ser dolorosa.