Crónicas Urbanas: Trans unidas contra la delincuencia

Nebraska y Yareth laboran de noche en una transitada calle de la Ciudad de México, donde son asediadas por autoridades, vecinos y delincuentes.

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Las trabajadoras sexuales de la Ciudad de México piden a las autoridades que se garantice su derecho a laborar. (Archivo/SIPSE)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Hace varios años llegaron aquí, a la esquina que forman Ejército Nacional y Lago Xochimilco, mucho antes de que erigieran inmuebles aledaños, cuyos inquilinos rechazan su presencia, apoyados por la delegación Miguel Hidalgo. Pero las cinco transexuales ya formaron un frente común para resistir, pues la alternativa que ofrecen las autoridades es un lugar más oscuro, donde han sufrido asaltos.

Dos de ellas, Nebraska y Yareth, de 30 y 29 años, tez blanca y ojos aceitunados, se iniciaron en el trabajo sexual —piden que así se denomine— en la adolescencia. La primera empezó en esta zona, a los 14; la otra, en diferentes partes, pero aquí tiene más tiempo, asegura, mucho antes de que construyeran los conjuntos habitacionales alrededor de esta zona, que colinda con las colonias Anzures y Polanco.

El grupo de transexuales en conflicto, mientras tanto, ya inició pláticas en la Secretaría del Trabajo y Promoción del Empleo del Gobierno del Distrito Federal, que en febrero pasado tuvo que acatar el fallo de una jueza a favor de 80 trabajadoras sexuales —esa instancia  “debe garantizarles el libre derecho a trabajar”—, quienes recurrieron al recurso legítimo del amparo “por los constantes operativos, represión y extorsión…”

Y aquí, en esta esquina de la avenida Ejército Nacional, en la que durante años han laborado en horarios nocturnos, Nebraska y Yareth dan la cara por sus compañeras y advierten que no permitirán que las arrinconen en lugares oscuros, pues peligran sus vidas y las de sus clientes.

'Mojarra enjabonada'

Nebraska Michel, nombre de batalla, es de baja estatura, tez blanca, bien maquillada, carácter festivo. Estudió hasta el tercer semestre de la carrera de Psicología en la UNAM. “En la prepa ya iba vestida de mujer”, recuerda, “y me dejaban entrar al baño de mujeres; y entraba 10 minutos antes al vestidor de hombres”.

—¿Así de fácil?

—Yo… como mojarra enjabonada.

Trabajó en una empresa de diseño e imagen, casi dos años, pero le dio bronconeumonía y a su regreso le dijeron que ya no estaba en la nómina y que sus pagos serían con recibos de honorarios, por lo que “me tenía que dar de alta en Hacienda”.

De ella dependen su abuela, una tía abuela, de 73 y 70 años, su mamá, un hermano de 16 y una sobrina de  dos años.

—¿Trans perseguido o perseguida?

—Yo —propone— le pondría la ‘a’ entre paréntesis.

—Perseguidas.

—Mejor así.

—¿Y cuál es el problema?

—Que han hecho unos conjuntos habitacionales en la calle de enfrente, pero hemos tenido problemas con los vecinos, que se han quejado en la delegación Miguel Hidalgo; pero aquí, cuando llegamos, era un lugar más tranquilo, con pocas personas. Nuestros problemas  se incrementaron porque se empezó a poblar.

—¿Qué dice la autoridad?

—Siempre nos ha dado un ultimátum para que nos retiremos, porque dice que no podemos seguir ejerciendo nuestro trabajo sexual aquí, en esta esquina…

—¿Y qué alternativa les dan?

—Nos han reubicado en diferentes lugares de la colonia Verónica Anzures, pero hemos tenido conflictos con vecinos, que nos amenazan y agreden; después se nos reubicó abajo del puente de Ejército Nacional y Mariano Escobedo, donde guardan todos los camiones de basura, pero apenas el domingo me asaltaron en esa zona. Es que nuestro horario es de 8 de la noche a las 5 de la mañana.

—¿A quiénes  podrían perjudicar ustedes?

—De antemano sabemos que no perjudicamos a nadie, puesto que desde hace muchos años ya estábamos aquí; las personas que adquirieron los departamentos de aquí enfrente sabían perfectamente que nosotras ya estábamos.

—¿Quiénes las han amenazado?

—Varios vecinos, de los cuales no tenemos los nombres; hemos ido a la Dirección de Protección Ciudadana, con el licenciado Humberto Morgan, quien nos ha llevado a mesas de diálogos, donde nosotras informamos a los vecinos que nuestras familias dependen de nuestro trabajo sexual; o sea, que somos cabeza de familia y que fueran un poco más flexibles, pero su postura fue determinante desde el primer momento: ellos no querían que estuviéramos aquí.

—¿Se sienten perseguidas?

—Sí, por supuesto, sentimos violentados nuestros derechos.

Vecinos inconformes

Yareth, de 29 años, ojos aceitunados, tez blanca, esbelta, voz femenina. Nació en la colonia Morelos. De madre michoacana y padre poblano. En la escuela descubrió su verdadera orientación sexual. “En la primaria vi a un niño que me gustaba”.

Aclara que no todos los vecinos están inconformes con la presencia de ellas en la zona, pues algunos han comentado que les da igual. Durante un tiempo trabajó en Tijuana, Baja California, y Monterrey, Nuevo León, pero regresó a la Ciudad de México.

—¿A qué edad empezaste como sexoservidora?

—Cuando tenía 13 años.

—¿Y aquí en esta zona?

—En Lago Xochimilco y Ejército Nacional.

—¿Y cuál es el problema?

—La delegación Miguel Hidalgo —las autoridades— nos dice que no podemos trabajar aquí ejerciendo nuestro trabajo sexual, porque, bueno, se están construyendo más inmuebles y, según, se va a poblar más, y que los vecinos no nos quieren, pero nosotras estamos aquí desde antes que estos edificios se levantaran.

—¿Y cómo era antes?

—Había una bodega y  era transitable, no había tantos departamentos como ahora.

—¿Y adónde las quieren reubicar?

—Más adelante, en Mariano Escobedo y Ejército Nacional, donde guardan todos los camiones de basura de la delegación. Hemos sido reubicadas como siete veces, alrededor de la colonia, pero adonde nos mandaron ahorita está muy solo, y el único lugar donde nos dicen los vecinos que nos regresemos es aquí, otra vez. Lo que pasa es que nos quieren quitar con engaños. Están violentando nuestros derechos como trabajadoras sexuales. No estoy de acuerdo que nos quiten porque este es nuestro lugar de trabajo. Este sitio ya está aclientado por muchos años.

—¿Hay más inseguridad en la otra zona?

—Más inseguridad y está mucho más oscuro; además, como es abajo de un puente, la zona se presta mucho para asaltar, para delinquir, por eso nosotras no nos queremos ir, y también, bueno, como es una zona muy rápida, pues los carros no se paran, entonces nos están mandando como que al basurero, ¿no?

El problema, mientras tanto, ya se discute en la Secretaría del Trabajo del GDF, donde están en pláticas.

Y en esas andan Nebraska, Yareth y sus compañeras —una de ellas dice que cuando llegó aquí eran terrenos baldíos—, quienes ya recibieron un ultimátum.  

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