En Chihuahua, cárcel solo para indígenas
El Centro de Readaptación Social Número 8 fue adaptado para albergar a reos de sangre nativa bajo estrictas medidas de seguridad.
Milenio
GUACHOCHI, Chihuahua.- 'Le dije a mi mamá que había matado a su sobrino y que así eran las cosas, ni modo...' José Loreto suelta una sonrisa y baja la mirada. No demuestra nervios ni tampoco mal humor por la charla, pero cada palabra la adorna con un dejo de vergüenza que asombra.
Es quizá una característica que suele ser ajena a quienes purgan condenas por homicidio; tal vez la muestra más certera de una realidad que pareciera existir nada más aquí, en el único penal indígena de México.
Es el Centro de Readaptación Social Número 8 de Guachochi; un recinto estatal que fue adaptado recientemente para albergar de forma exclusiva a reos de sangre nativa bajo estrictas medidas de seguridad.
Entre protocolos y revisiones, los primeros aspectos son tan extraños como inspiradores. Porque, según información oficial, de los 252 presos que alberga la cárcel, 98 por ciento está encerrado por homicidio o violación; un porcentaje imposible de igualar por cualquier otro penal estatal o federal del país.
'Lo interesante es que esa estadística es inversa al resultado que muchos esperarían. Los tarahumaras son muy pacíficos y en los años que tenemos a cargo no hemos registrado ni una riña', afirma Juan Martín González, director del Cereso.
De pose relajada y confiada, el funcionario detalla cada diferencia que identifica al penal. Su conocimiento de la cultura local impulsó su nombramiento, manifestado en el respeto por etnias tan ancestrales como estigmatizadas. Iniciando el 2016, en esta cárcel conviven 181 rarámuris, 66 tepehuanes, tres warojios y dos pimas.
Discriminación
'Históricamente los discriminan en todos los penales y por eso aquí se sienten cómodos. Ellos no son gente violenta y tienen hábitos alimenticios y de higiene muy diferentes a los nuestros', señala el funcionario.
Agrega: 'Aunque no debiera decírtelo (por los estándares de seguridad), la verdad es que estamos usando la celda de castigo de almacén provisorio. Mientras hacemos unas mejoras en el original aprovechamos ese espacio que nunca fue requerido en años'.
Cada afirmación expuesta por González abre muchas interrogantes que contrastan con la pesadilla carcelaria que México ha vivido durante el último lustro: ¿por qué las riñas son inexistentes?, ¿tampoco hay pandillas ni lujos?, ¿cuál es el significado real de aislar a los indígenas de los reos mestizos?, ¿por qué presos supuestamente tan violentos exhiben un comportamiento opuesto?
A despejar fantasmas
Con un patio central descubierto donde la mayoría aprovecha para despejar sus fantasmas, la dinámica de la cárcel confluye entre quienes aprovechan para hacer deporte (lucha tradicional, vóleibol o básquet) y los que realizan artesanías en madera o hilo.
Para el tarahumara la naturaleza es sinónimo de vida y el encierro los apabulla hasta deprimirlos. Hay quienes rehúyen del exterior; suelen hundirse en sus camas y mirar por las ventanas. 'Ni siquiera intentan escapar porque saben que están en falta con su comunidad. Para ellos el estatus social es todo. Es vergonzoso darse a la fuga y por eso luego de cometer el crimen suelen entregarse voluntariamente', explica Roque Hernández, doctor de la cárcel.
Mientras juguetea con su bigote encanecido, dice que el problema es tan visible que irrita. 'Es el alcohol. La mayoría de los delitos los cometen porque están borrachos. Y no justamente por el tesgüino (fermento tradicional), sino por la gran cantidad de bebidas adulteradas que llegan desde que las carreteras se multiplicaron en la sierra'.
Según el especialista, las zonas que durante décadas permanecieron aisladas de la influencia citadina ahora están contaminadas por un comercio irrestricto y nocivo para la culturas más tradicionales.
Del total de los presos, 60 por ciento no supera los 40 años y 95 por ciento está por causas relacionadas al consumo de alcohol.
Restricción
Aunque el debate sobre la restricción en zonas alejadas se ha planteado en el municipio local, la discusión se vuelve irrisoria cuando se compara con el mismo problema, que también impacta negativamente sobre todo el territorio mexicano.
Para César Payán, criminólogo del penal, 'lo positivo de esta cárcel se relaciona con mantenerlos lejos de cualquier contaminación moral que suele haber en otros reclusorios'.
Según su experiencia, cuando los indígenas se mezclan con población mestiza pierden la ingenuidad de su etnia. 'A veces hasta se ponen aretes o arremangan para asimilarse con una pandilla', una consecuencia inaceptable para rarámuris o tepehuanes.
'Cuando uno se porta mal, también tienen que portarse mal con uno; pero si uno se porta bien, no tienen por qué molestarlo, ¿no?', opina José mientras se despide.