A pesar de todo, la marca Trump se eleva hasta las nubes

Mientras es fustigado en EU y México, el aspirante presidencial ve crecer su imperio inmobiliario en todo el mundo.

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En la sede central del imperio Trump en Nueva York, niegan que la controversia política haya provocado el alejamiento de algún socio. Imagen de El Trump Ocean Club de Panamá, es segundo edificio más alto de AL. (Rodrigo Arangua/AFP)
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Ivan Couronne/AFP
WASHINGTON, EU.- Los pronunciamientos de Donald Trump, el multimillonario precandidato republicano a la Casa Blanca, contra los inmigrantes ilegales le hicieron perder contratos en Estados Unidos, pero más allá de sus fronteras, la polémica no ha ahuyentado a sus socios en los negocios inmobiliarios.

Cuando en junio Trump calificó de “delincuente” a la mayoría de los mexicanos indocumentados, empresas estadounidenses (NBC, Macy’s, Univisión, etc.) rompieron con el magnate inmobiliario. Pero aquellas palabras no tuvieron demasiado impacto en Asia y Sudamérica, donde los promotores pagaron elevadas sumas por colocar en sus edificios el cartel Trump, símbolo de lujo.

“Eso no tuvo absolutamente ningún impacto”, asegura Juan Di Salvo, director comercial de la futura Trump Tower de Punta del Este prevista para 2017 sobre la costa uruguaya.

Destinados a los “ricos y famosos”, la mitad de los departamentos ya fueron vendidos, la mayoría a argentinos, afirma Di Salvo. Y los 97 trabajadores de la obra no tienen la menor intención de protestar.

“No necesitamos estar de acuerdo con lo que se le ocurra decir (a Trump). Solo queremos conservar nuestros empleos”, afirma el dirigente del sindicato de la construcción del Uruguay (Sunca), Faustino Rodríguez.

Turquía, Corea del Sur, Filipinas India, Panamá, Brasil..., el imperio inmobiliario Trump se extiende por 12 países al margen de EU. Cinco campos de golf y 12 complejos de viviendas, ocho de los cuales están en construcción: torres residenciales o mixtas (departamentos/hoteles), con algunos proyectos de oficinas. 

Sus elementos en común son la altura, una arquitectura y una decoración brillantes y un nombre, Trump, por el que se pagan derechos. El propio multimillonario no suele invertir a menudo en los inmuebles, construidos y administrados por promotores locales.

“No necesitamos estar de acuerdo con lo que dice; solo queremos conservar nuestros empleos”, dice un dirigente sindical de Uruguay

El locuaz precandidato republicano inauguró en 2011 en Panamá la torre más alta de América Latina, con forma de vela: 70 pisos que se asoman al Pacífico. Más tarde fue superada por una construida en Chile.

En Filipinas, donde se está construyendo un rascacielos en el barrio financiero de Makati, los medios y redes sociales ignoraron hasta el momento la polémica desatada en EU.

“Se ha vendido prácticamente todo. No hubo ningún efecto negativo”, declara Maria Theresa Yu, portavoz del promotor Century Properties. “Todo se ha vendido muy rápido, ya que la marca Trump es sinónimo de lujo. Los filipinos quieren vivir en el lujo, es como comprar un bolso Louis Vuitton”.

El mismo éxito y el mismo silencio mediático en Bombay, la capital financiera de India, donde ya se ha vendido 40 por ciento de los departamentos de la futura Trump Tower dorada de 75 pisos, según el promotor Lodha Group. Y, según un portavoz, el precio del metro cuadrado aumentó 70% en un año.

“El precio de las propiedades que llevan el nombre de Trump no se va a modificar porque Trump diga esto o aquello”, explica Jang Jae-Hyun, experto en asuntos inmobiliarios de Real Today, en Seúl (Corea del Sur), donde en 2007 se inauguraron seis edificios residenciales Trump.

Pero, advierte, si Donald Trump sigue pronunciando palabras agraviantes, “las empresas podrían empezar a interrogarse acerca de la conveniencia de usar su nombre en sus proyectos”.

La cuestión se plantea en los proyectos aún no iniciados, como en Río de Janeiro, donde Trump vendió su marca para cinco torres de oficinas en una zona portuaria. La obra comenzará a fines de 2015, y un hotel Trump también se inauguraría en Río antes de los Juegos Olímpicos del año próximo.

“No sé si (las palabras de Trump) serán negativas, pero no serán positivas “, admite Thierry Botto, cuya empresa Cushman & Wakefield tiene la exclusividad para alquilar las futuras oficinas.

La marca Trump cuesta muy cara: más de cinco millones de dólares de royalties en 2014 en Panamá, entre uno y cinco millones por las torres y el centro comercial Trump de Estambul, entre 100 mil y un millón de dólares en Manila y Bombay, según la declaración financiera de Donald Trump en la comisión electoral estadunidense.

Esos arreglos le permiten evitar pérdidas en caso de quiebra, como ha ocurrido con el golf Trump de Puerto Rico.

Para el magnate, su nombre es su principal riqueza: en junio evaluó la marca Trump en 3 mil 300 millones de dólares, es decir más de la tercera parte de su fortuna neta declarada; una cifra muy sobrestimada, según Forbes, que estima su riqueza total en 4 mil 100 millones de dólares.

En la sede central del imperio Trump en Nueva York, niegan que la controversia política haya provocado el alejamiento de ningún socio. “La marca Trump es increíblemente fuerte”, aseguran.

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