Muerte de Jenni Rivera opaca primera matanza del sexenio

Cincuenta hombres irrumpieron en un tranquilo poblado de la Sierra Tarahumara, asesinando a 11 lugareños en venganza por cultivar droga para otra organización criminal.

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Nunca se había presentado un hecho similar en el tranquilo poblado. (guadalupeycalvo.es.tl)
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Juan Pablo Becerra-Acosta/Milenio
CHIHUAHUA, Chihuahua.- Aquí, a unos 500 kilómetros de la capital chihuahuense, en el municipio de Guadalupe y Calvo —en la Sierra Tarahumara— ocurrió la primera matanza perpetrada por criminales durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.

El viernes antepasado y el sábado por la madrugada un grupo de alrededor de 50 hombres, todos fuertemente armados, literalmente tomó la cabecera municipal donde habitan 6 mil personas.

Durante varias horas se desplazó por el lugar, entró y salió de viviendas, ejecutó a 11 lugareños en diferentes zonas de la cabecera municipal y sus alrededores, quemó un par de casas y un local comercial, baleó vehículos, sembró terror, y huyó a bordo de varias camionetas tipo pick up y Suburban.

Todo eso, a pesar de que a diez kilómetros hay un destacamento militar, en el poblado conocido como El Zorrillo. La información fue eclipsada por el triunfo boxístico de Juan Manuel Márquez y por la muerte de la cantante Jenni Rivera.

De acuerdo con lo expresado a MILENIO por la Fiscalía Sur de Chihuahua, los ejecutados fueron ocho campesinos, un maestro, un estudiante, y un trabajador del IFE. Se investigan un par de móviles: uno, represalia de un grupo de traficantes contra los agricultores por trabajar para otra camarilla, ya que en esta zona es común la siembra de amapola y mariguana.

A los campesinos les pagan entre 150 y 200 pesos por día por la siembra de estupefacientes y ellos, ante la falta de opciones, lo aceptan; 89 por ciento de la población del municipio es pobre, 47% padece pobreza extrema (Sedesol) y el grado de marginación en el sitio es “muy alto (Conapo)”. Por ello, los narcos suelen pelearse para cooptar a los humildes sembradores.

"Nomás dijeron que como no estaban las personas que buscaban, él caminaba"

 

La segunda hipótesis ministerial consiste en un pleito entre traficantes por dicha mercancía, una venganza que habría alcanzado al eslabón más bajo del narcotráfico: los campesinos. El maestro, el estudiante y el trabajador del IFE habrían sido asesinados por error, de acuerdo con las primeras indagatorias.

La madre de uno de los ejecutados, un maestro de escuela de 20 años, platica en el interior de su casa, frente a un pequeño altar con una fotografía de su hijo, en la cual se le observa vestido con ropa tipo vaquera abrazado de su novia. La vivienda de madera está en la punta de un cerro a cuyos pies se observa Guadalupe y Calvo.

¿Qué pasó ese día?

—Llegaron unos señores, muchos, muchos, vestidos de militar. Llegaron queriendo aventar la puerta y dijeron que eran militares. Entraron, anduvieron por toda la casa, sacaron a mi hijo y lo hincaron. Él les decía que él era profe, que no tenía nada que ver, y “los militares” dijeron que venían por otras personas. Él les dijo que él no tenía que ver nada.

¿Cuántos eran?

—No sé exactamente, pero sí más de 25 o 30, estaban encapuchados, con rifles.

¿Le dijeron algo a su hijo, le dieron una explicación?

—Nomás le dijeron que como no estaban las personas que ellos buscaban, pues que él caminaba.

¿Y qué pasó, le dispararon aquí?

—No, a él se lo llevaron. No pasaron ni 20 minutos cuando se escucharon los disparos. Ya habían acabado con él. Lo dejaron a 150 metros de la casa (llora la mujer, solloza luego). Las detonaciones se escucharon muy, muy, muy fuertes. Descargas. Fueron las que le dieron a él.

¿Le dieron muchos balazos?

—Él estaba destrozado. Le dieron muchísimos, muchísimos. No sabría decirle cuántos, porque yo no sé de eso, pero sí lo dejaron muy, muy mal.

Tendrá miedo, señora.

—Mire, le voy a decir una cosa —observa la foto de su hijo y la veladora ardiente— Yo no tengo miedo de que regresen. Yo no voy a decirle que voy a correr, porque no, no voy a correr. Ni mi hijo ni nosotros le debemos nada a nadie. Aquí es una injusticia muy, muy grande que se cometió. Vea mi casa, somos humildes.

La mujer, la madre mutilada de su hijo intenta contener el llanto y se dirige a los criminales.

—Si creen que alguien tiene algo pendiente, que hagan una investigación, que vayan a lo seguro, que no se equivoquen. Que ajusten cuentas con quien deban hacerlo, pero que no se equivoquen, porque aquí se equivocaron, aquí dejaron mi vida marcada para siempre.

La mitad de la vida me dejaron. ¡Esto no fue una locura, fue una injusticia! ¡Acabaron con los sueños de mi hijo de ser alguien! El gobierno o los que mandan aquí, tienen que proteger a los jóvenes que quieren ser algo en la vida. No es justo. Todas las esperanzas de los jóvenes se acabaron. Estoy muy triste.

Llora en silencio.

Impera el temor

De las familias de los 11 ejecutados, ocho ya huyeron del lugar. Y de las tres restantes, solo una mujer acepta hablar ante la cámara. Una viuda más, solo consiente que el reportero platique con ella en la presidencia municipal y que tome notas sin revelar su nombre. Está muy alterada, muy atemorizada.

—Nosotros no queremos hablar ya, lo que queremos es cuidarnos. El Ejército y los policías estatales vienen ocho días y se van y, ¿quién nos cuida? Lo que queremos es que combatan a esta gente. Hoy fuimos nosotros, mañana van a ser otros. Y si hablo mucho ya no remedio nada tampoco. Solo quiero cuidarme, porque tengo una hija que proteger.

¿Qué pasó ese día?

—Llegaron, vestidos de soldados, dijeron que eran soldados, como 50 adentro y afuera, desbarataron la puerta y se metieron por él y ahí lo mataron —mueve la cabeza desesperadamente— Fue una pesadilla, señor, estamos traumados de lo fue que fue eso. Quedó hechos garras —llora la mujer de 41 años.

Es la primera vez

El alcalde de Guadalupe y Calvo, José Rubén Gutiérrez Loera, no estaba cuando MILENIO acudió a la zona hace seis días, dijo que pernoctaba en Chihuahua trabajando en asuntos del presupuesto y comprando regalos navideños para los hijos de sus gobernados.

En sus oficinas, a través de un altavoz, niega que él haya sido amenazado, pero habló del miedo que quedó entre la gente y de que no es la primera vez que se desata la violencia en la zona.

—Es algo que ya hemos estado viviendo durante bastante tiempo y no nomás en el municipio, donde quiera es lo mismo y esta situación desgraciadamente no ha terminado. Y ahora sí que a dónde vamos.

Gutiérrez confirma que campesinos del municipio siembran estupefacientes.

—Sí, señor, sí, porque desgraciadamente en las comunidades alejadas, donde no hay fuentes de empleo, donde la gente no tiene otra cosa a qué dedicarse, se buscan la vida como pueden, y a veces por eso surgen todas estas situaciones.

Afirma que nos es pariente de Joaquín El Chapo Guzmán, oriundo de un municipio vecino, Badiraguato, Sinaloa, y dice que él no renuncia.

—Yo creo que en estos casos no hay más que encomendarnos a Dios. Pedir que nos proteja a todos y que está situación se controle. ¿Yo? Yo en ningún momento he pensado en aventar el arpa.

Mientras tanto, quedan las huellas de la matanza y la vigilancia de policías estatales y soldados. Pero sobre todo, en este remoto sitio al que MILENIO arribó en avioneta, queda el pavor. El terror. Y la impunidad.

—Que por favor los vengan a combatir. Esa gente vino, hizo lo que quiso, y se fue como si nada. Ya no quiero hablar. Una se queda sola aquí. ¿Quién nos cuida?... —implora la viuda.

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