Poco impactó la visita del Papa a favela de Río de Janeiro

La llegada del Pontífice a la zona fue un esfuerzo por detener la ola de conversiones a la Iglesia Evangélica.

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La visita del Papa es insuficiente para que regresen a misa, aseguran los brasileños. (Agencias)
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Agencias
RIO DE JANEIRO, Brasil.- La víspera de que el papa Francisco visitara la favela donde vive Marizete Marques, la mucama retirada de 62 años limpió con ahínco su humilde casa.

Quería que estuviese reluciente para la visita del pontífice, a pesar de que, al igual que muchos vecinos, ni siquiera es católica.

Marques se convirtió del catolicismo en que nació a una congregación evangélica, siguiendo el ejemplo de muchos de los vecinos de la favela Varginha, una empobrecida franja de tierra entre dos drenajes pútridos llenos de aguas negras. Durante los últimos años Marques ha estado activa en su iglesia local Asamblea de Dios, a la que asiste a las ceremonias, grupos de oración y otras actividades seis días a la semana.

Aunque Brasil es el país con más católicos del mundo, la cifra ha bajado en decenios recientes en momentos en que grandes cantidades de personas, en su mayoría pobres, abandonan la Iglesia católica por congregaciones pentecostales y evangélicas que con frecuencia les ofrecen ayuda directa para mejorar su vida. 

En 1960, el 90% de los brasileños era católico, de acuerdo con cifras del censo. Hoy esa cifra es de un poco más de 60% de una población de 195 millones de habitantes, de acuerdo con AP.

"No importa lo carismático que sea el Papa, no creo que mucha gente vaya a regresar a la Iglesia católica"

Observadores dijeron que Varginha, donde hay cuatro iglesias evangélicas y dos católicas, fue escogida de manera estratégica para la visita del papa Francisco el jueves en un esfuerzo por detener la ola de conversiones.

Y aunque los vecinos, tanto católicos como evangélicos, dijeron que la visita del pontífice fue un gran éxito que atrajo a multitudes de miles a pesar de la lluvia, también dijeron que hace falta más que esta visita para reducir el crecimiento de las congregaciones pentecostales.

El papa ya no tiene ningún papel en la vida espiritual de Marques, pero ella dijo que le encantó la visita, en que el pontífice acudió el templo católico local, se dirigió a los presentes en un campo enlodado de fútbol y fue a la casa de una familia.

"Yo sabía que no había oportunidad de que mi casa fuera la que el papa visitara, pero quería que estuviera limpia y arreglada como señal de respeto", dijo Marques, quien agregó que observó la visita desde la azotea de su iglesia. "Fue maravilloso verlo aquí, nos dio mucha alegría a todos los vecinos, sin importar nuestra fe".

Pero al preguntársele si ver al papa en persona la llevaría a regresar al catolicismo, fue categórica.

"De ninguna manera. Un verdadero cristiano nunca haría eso", dijo Marques, una mujer negra muy atractiva con pelo completamente blanco en un moño. "El papa me pareció un buen hombre, un hombre humilde, pero esa no es razón para que yo abandone la Iglesia a la que he dedicado mi vida".

Comunidad en abandono

Anriete Matos, una manicurista de 37 años que se convirtió a una iglesia evangélica hace unos 20 años, dijo que pensaba que el principal legado de la visita sería más material que espiritual, refiriéndose al puñado de proyectos menores de infraestructura que las autoridades locales se apresuraron a terminar antes de la llegada del papa.

"El Ayuntamiento abandonó a esta comunidad desde hace mucho tiempo", dijo Matos, sentada sobre una estructura de hormigón de 70 centímetros de altura frente a su casa, que evita que entre agua en la vivienda durante las frecuentes inundaciones.

"Así que fue muy positivo que hicieran algunas cosas, como tapar la mayoría de los baches en el asfalto, construir algunas aceras y podar los árboles, aunque sospechamos que no volverá a suceder".

Mientras hablaba, un grupo de jovencitos sin camisa ni zapatos perseguían por la calle a un caballo al que se le veían todas las costillas, mientras las motocicletas les pasaban a un lado. Un perro callejero iba detrás de una rata cerca de un edificio en ruinas que según Matos alguna vez fue un centro comunitario, antes de ser abandonado y ocupado por adictos a la cocaína crack. 

Un hombre joven vinculado con la pandilla del narco Comando Rojo caminaba calle arriba y abajo, observando intensamente a los extraños. El Comando Rojo, un grupo fuertemente armado, controló Varginha desde hace decenios antes de ser expulsado en enero bajo el programa de "pacificación" de favelas del programa

"Vi personas que sé que son evangélicas, gente de mi propia Iglesia, esperando al papa y gritando y llorando cuando les pasó cerca. Tengo que decir que me sorprendí un poco", dijo Matos, que ha pasado apuros para mantener a sus dos hijos luego de la muerte repentina de su esposo hace dos años.

"Pero no importa lo carismático que sea el papa, no creo que mucha gente vaya a regresar a la Iglesia católica. Quienquiera que decida abandonar las iglesias evangélicas probablemente ya tenía dudas y de todas maneras se habría marchado".

Insuficiente

Edna Idarrah Correa, que fue evangélica, dijo que le asombraría mucho saber que un solo miembro de las congregaciones evangélicas de Varginha las abandone debido a la visita del papa.

"Sé por experiencia, después de haber roto con la Iglesia, lo difícil que es dejarla", dijo la maquillista de 25 años, que ahora comparte su estrecha vivienda con su esposo, que es católico no practicante. "A fin de cuentas, el hecho de que a uno le caiga bien el papa no será motivación suficiente para que nadie deje su Iglesia".

Es posible que la visita ni siquiera sea suficiente para convencer a los católicos a que asistan a misa regularmente.

Cinesio Francisco, trabajador retirado de la construcción, dijo que fue alentador ver al pontífice en persona, pero que no planea regresar a la Iglesia para mucho más que los bautizos de la familia, alguna primera comunión o boda.

"Haber visto al papa es algo que siempre recordaré", dijo el hombre de 63 años, al tiempo que hacía una pausa para vender un papalote a varios niños vestidos con pantaloncillos y sandalias. "Pero no mucho más que eso".

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