Chantaje

La historia marca hitos que con frecuencia se repiten de momento a momento y de tiempo en tiempo hasta convertirse en costumbres o hábitos cuya dificultad es impedimento para corregirse y evitar finalmente la impunidad y corrupción.

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Hoy se condena por ejemplo el chantaje virtual y ese que se hace efectivo mediante acciones que dañan a las personas, sus familias o su patrimonio como una contundente demostración de poder en manos  de la delincuencia organizada o no.
 
Por ejemplo, solemos preguntarnos por qué la humanidad ha aprendido a subsistir debatiéndose en la podredumbre de los individuos que suelen tomar como rehenes a todos los segmentos sociales, entre ellos los económicos, políticos y servidores públicos. Pero no es la delincuencia desorganizada u organizada, pudiera señalarse, sino aquella que se involucró en el noble quehacer de la comunicación.
 
Veamos con objetividad el tema: Cuando surge el periodismo como una necesidad informativa pero mas como un asunto de resistencia política y social en contra de autoridades caciquiles o imperialistas, el ciudadano encontró honestidad y valor en la frontalidad que  se combatió el abuso y se denunció a costa de persecusiones, agresiones e incluso asesinatos.
 
Pero un día se encontró  el método fácil y práctico de someter a los medios y sus reporteros o comunicadores: ¡COMPRARLOS! Y entonces el mercado se cubrió de ambiciones voraces y de chantaje soterrado para dar notas laudatoria a cambio de eso que después se llamó “embute” o chayo que no es más que el cohecho o extorsión para guardar información de actos ilegales o corruptos.
 
La actividad de comunicación o periodística estaba tan mal pagada que apenas daba para sobrevivir honestamente; hoy podemos asumir que muchísimos actores de esta noble labor aprendieron a vivir en la opulencia y el boato sin sonrojarse cuando hablan del chantaje, la impunidad y la corrupción, lo que es lo mismo que: ver la paja en el ojo ajeno y no la cuña en el propio, que es lo mismo que escupir para arriba.
 
¡Claro! Que aquí estaríamos en la circunstancia de que: TANTO PECA EL QUE MATA LA VACA COMO EL QUE LE HALA LA PATA, exponentes del contenido de lo anteriormente expuesto es que la sabiduría, la preparación académica, la capacidad para representar la noble labor de informar, se ve enturbiada por una costumbre que de vicio paso a eso, a ser parte de lo cotidiana en la que la difamación y la calumnia se aplican sin riesgos de ser sancionados con la privación legal de la libertad y el procedimiento por la vía civil se convierte en cuestión de paciencia y de difícil probanza.  Lo demás…
 
¡AL TIEMPO!
 

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