Con la misma cola, el PRInosuario nuevo

Si el pueblo puso al presidente, diputados y senadores, ¿quiénes deberían ser los invitados especiales? ¿No el pueblo? Al que por cierto se deben y al que le deben.

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Por qué estos hijos de...la política no entienden que esto no es un principado, en donde a los eventos que realizan únicamente entra la realeza. Nada más llegan al poder y el pueblo para atrás. ¡Lo mira como apestado!
 
¿Qué no se supone que la protesta de un presidente entrante, debería ser una fiesta nacional? ¿En dónde ganó la democracia? No cabe duda que nos faltan arrestos, y otras cosas más, para evitar desplantes disparatados de la llamada casta política.
 
Lo que se observó el fin de semana, da repugnancia. Ver a personajes nefastos encostrados como senadores y diputados, llegados como plurinominales. Nos hace ver lo vergonzoso que ha caído la política.
 
Adentro de San Lázaro, cada uno de los invitados de “honor” lució trajes Brioni, uno de los más caros del mundo, que fabrica la casa de modas italiana del mismo nombre.
 
Los trajecitos, como los que lucieron Omar Fayad, Beltrones y Emilio Gamboa, llegan a costar arriba de 10 mil dólares por unidad.
 
Otros, miembros de las cámaras vestían Dolche Gabana y Giorgio Armani. Y unos más, los menos, los nuevos ricos, los “nacos”, como dijera la hija del presidente, lucieron JayKos, IsseyMiyake, Aldo Contti, pagados con los impuestos del pueblo mexicano.
 
Afuera del recinto, la otra cara de la moneda: el México crudo, el de los jóvenes con pantalones de mezclilla, playeras y chamarras cuyo precio apenas superaba los 300 pesos.  El México que se trató de ocultar al mundo, el México de la juventud, del #Yo soy 132.
 
Más que toma de protesta, parecía la entrega de los Oscares a la farándula, cuando veíamos en los canales televisivos que trasmitieron por indicaciones de “gobernación” el paso decadente de actorcillos de churronovelas y políticos llegados de toda la nación, que sonreían a las cámaras para la foto forzada.
 
Al interior del recinto, los escenarios con mantas de protesta, colocadas por la izquierda radical, no cambiaron en nada el escenario vivido en 2006. A no ser del discurso del diputado Ricardo Monreal, quien llamó a los invitados especiales y diputados corruptos, traidores, nefastos, asesinos y con hedor a podredumbre. Discurso que para muchos fue una mentada de madre.
 
Ante este escenario, enmarcado por la muerte (cerebral) del joven oaxaqueño, me pregunto: ¿tienen los nuevos inquilinos de Los Pinos algo que celebrar? ¿Este es el nuevo PRI, del que presumieron en campaña?  Porque de ser así, este nuevo PRI es una copia burda del de hace muchos años; de ese que pensábamos nos habíamos librado. Que desilusión, ¿no?

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