México está en crisis. La masacre de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa se suma a los miles de asesinatos, secuestros, extorsión  y violencia que desde hace años impera en el país. El brutal asesinato de los estudiantes no es un hecho aislado, sino una tragedia más de cientos de abusos que día a día sufre la sociedad mexicana.

El nivel de brutalidad de la masacre ha rebasado el control que el Gobierno Federal ejerce sobre los medios de comunicación para evitar que se haga del conocimiento público el nivel de inseguridad que priva en el país, los abusos y arbitrariedades de las autoridades y la constante violación de los derechos humanos.

Ya pasaron dos años desde que Peña Nieto asumió la Presidencia de la República y no existe ningún resultado positivo en el control de la violencia, al contrario, la reciente tragedia deja en claro que estamos empeorando.

El Gobierno Federal ya no puede seguir tapando el sol con un dedo y la política de tapar la realidad a través  del control de la información se está agotando.

El gobierno debe asumir la realidad y enfrentar los problemas que aquejan al país: violencia grave, corrupción desmedida, impunidad, abuso de autoridad, simulación y engaño. El asesinato de estudiantes no debe ser considerado como un hecho más al que se dé rápido carpetazo, sino una alerta de la grave situación que prevalece en el país y que está a punto de salirse de control.

México necesita un presidente que vaya más allá de las fotos y las firmas de convenios, un presidente que gobierne de verdad, un presidente de realidades y no sólo de papel. Las miles de familias que han sufrido en carne propia los estragos de la violencia ya no quieren ver fotos bonitas en la prensa, las familias exigen justicia, los mexicanos esperan respuestas efectivas.

México reclama un presidente que esté presente en los momentos de crisis, un presidente que resuelva los problemas aquí, no en China. México exige un presidente de verdad.