El chingadazo de Juan Manuel Márquez

Claro que no se debería señalarse con tanta injusticia al boxeador, pues se trata de un acto muy tradicional entre los mexicanos.

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No hay certeza jurídica sobre qué fue más pronto y expedito, si la euforia nacionalista que se desató por el mandarriazo desalmado con el que Juan Manuel Márquez mandó a Pacquiao a la lona, o los abucheos que se desprendieron cuando el mexicano aprovechó la oportunidad mediática de dedicarle su triunfo al nuevo Presidente de México. De inmediato lo tacharon de oportunista, arrastrado y lamesuelas, como si el púgil no tuviera como parte de sus shows en el cuadrilátero rendirle culto a los dioses del partido tricolor. Si lo hizo justo en día de elecciones hace un año, hubiera sido absurdo que ya en la plenitud del pinchi poder —diría el Tío Fidel Herrera— no hiciera su numerazo de fan number guan. Incluso hubo quien dijera que gracias a este gesto republicano, Juanma se había ganado el derecho de correr a Osorio Chong para ser nombrado secretario de Gobernación. Algo que tiene su lógica, pues si algo se necesita en ese puesto es un madreador.

Claro que no se debería señalarse con tanta injusticia al boxeador, pues se trata de un acto muy tradicional entre los mexicanos, el de quedar bien con el tlatoani, el Preciso, el venerable señor de los huesos y las nóminas.

Un deporte que en estos momentos se ejerce con singular alegría porque, como dictan el viejo adagio del PRIcámbrico temprano, vivir fuera del presupuesto es vivir en el horror.

Y conociendo la idiosincrasia de nuestros connacionales, supongo que lo que en realidad subyace a manera de reclamo en este triste episodio no fue tanto el acto zalamero, sino que Márquez no le hubiera dedicado la pelea a la jefecita como dictan los cánones.

Como quiera que sea, ni modo que el campeón le dedicara la pelea al PAN nomás para echarle una manita ahora que, según ha dicho su presidente, el señor Madero, perderán el 50% de sus fuerzas vivas que ahora estarán pidiendo chamba de granaderos. O también, ya en su desesperación, podrían ser los abogados de los 13 anarquetos-darquetos-punquetos-reguetoneros que permanecen detenidos por los desmanes del 1 de diciembre (ya soltaron a 56 que fueron tratados como a Pacquiao). Sobre todo para saber cuánto se gana en el negocio de la infiltración y el halconeo.

Sobre todo cuando todos los cuadros panistas que ya hacen sus maletas para irse del gobierno, no le creen mucho a Videgaray cuando afirma que habrá austeridad sin despidos. Sería como creerles a los narradores boxísticos de Tv Azteca que dejarán de gritar.

www.twitter.com/jairocalixto
 

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