La Fiscalía General del Estado es el área más explosiva del gobierno, sin que otras áreas dejen de tener su grado de incomodidad y escándalos –como la Secretaría de Desarrollo Económico, Gestión Pública y la de Educación y Cultura–, pero en la que fue nuestra Procuraduría de Justicia hay expedientes semienterrados que se le siguen acumulando al Fiscal Miguel Angel Pech Cen, sucesor del indeseable Carlos Arturo Alvarez Escalera.

Apenas el 20 de diciembre Pech Cen fue seleccionado por el Congreso local –según el ritual–, y apenas tuvo tiempo de revisar el estado de su sillón y escritorio porque el trabajo fuerte llegó de inmediato, repleto de peligro.

El tiroteo en el club nocturno Blue Parrot de Playa del Carmen dejó una madrugada ensangrentada el pasado 16 de enero, con cinco muertos en el ataque; el sexto –originario del estado de México y con 30 años de edad– falleció una semana después en el hospital general de Playa del Carmen, nada recomendable por cierto.

Al día siguiente, un martes por la tarde, la sede de la Fiscalía fue acribillada en Cancún y murió en el ataque el policía ministerial Humberto Mora Ochoa.

En ambos tiroteos llama la atención el bajísimo perfil de una Procuraduría General de la República (PGR) cuyo delegado Gerardo Mejía Granados vacaciona en Cancún, un polo turístico disputado por los cárteles del narcotráfico cada vez más agresivos.

La dificultad del desafío mantiene contra las cuerdas al Fiscal Pech Cen, quien conserva ocultos en su escritorio otros expedientes candentes, como la ejecución de Isaías Capeline Lizarraga –director de Gobernación– y su chofer Angel Felipe Casillas Méndez, ocurrida en Cancún el 14 de julio de 2016. Para entonces, el gobernador Roberto Borge ya deshojaba las hojas del calendario para entregarle el bastón de mando a Carlos Joaquín González, escenario de pesadilla para el cozumeleño.

La Fiscalía ha acumulado los temas más delicados de este gobierno, porque los hechos de sangre en Playa del Carmen y Cancún tienen repercusión planetaria y pueden generar nerviosismo en nuestra principal industria.

Pero los zarpazos del crimen organizado son demasiado para una Fiscalía con modesta capacidad de reacción que tiene en sus manos los expedientes más complicados.