La eterna antítesis

“Periodismo y literatura, quizá al toparnos con ambos conceptos, todos contrapondríamos su significado".

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Guardó silencio. Mirada fija. Al fin, mi profesor dijo: “¡El periodismo es un género literario!”. Compartí su emoción; no tanto su bandera. Recordé a la joven escritora Rosa Berbel:

“Periodismo y literatura, quizá al toparnos con ambos conceptos, todos contrapondríamos su significado. Al fin y al cabo, su función social es tan diferente: Uno, desde la relativa objetividad, relata hechos verídicos que germinan en el descomedimiento de la sociedad; el otro, la ficción más recóndita, encubierta tras el envés de la imaginación de alguien cualquiera.

“Sin embargo, ¿son tan opuestos estos juicios? ¿Existe el periodismo sin literatura, la literatura sin periodismo? Se necesitan, se unen y se entrelazan cada vez que novelamos, cada vez que desempolvamos el folio en blanco. Ambas, compuestas de la misma materia prima: de la palabra. La palabra como éxtasis, como embeleso que te impide mantener el control. La palabra es sinónimo de pasión, de libertad y como tal se materializa como las ramas que brotan de los árboles, a su antojo.

“Acaso, ¿no necesita la literatura la dosis perfecta del realismo periodístico, la legitimidad que aporta el desvelar un secreto entre dientes, algo palpable que el lector acaricie con sus propios dedos?

¿Y el periodismo? ¿No necesita el periodismo la riqueza literaria, no se acrecienta con el uso evasivo de la belleza metafórica? Y es que, sin darnos cuenta, a veces consideramos al periodismo como género literario y, a la literatura, como periodismo de extrema magnificencia”.

“Se necesitan… Para demostrar que ambos son corolarios de la exuberancia de las letras, y por tanto, invencibles”.

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