La mancha extraterritorial

El ensayo de Iwasaki es un acercamiento a los aportes de los escritores que, teniendo otras lenguas de origen, han escrito en la lengua de Cervantes toda o una parte notable de su obra.

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La relevancia del español como la tercera lengua más hablada del mundo en una era en la que la palabra se multiplica gracias el éter electrónico puede, efectivamente, derrotar al silencio y superar a la imagen como nuevo dios de la comunicación, como lo percibía Gabriel García Márquez. Pero el silencio también puede ser abatido por el ruido, mucho ruido y pocas nueces.

Gracias a La Página del Idioma Español, leemos “La mancha extraterritorial”, ensayo del escritor peruano Fernando Iwasaki que recibió uno de los Premios Internacionales Rey de España, el Don Quijote de Periodismo. 

Iwasaki, todo un hito literario y un descubrimiento, habla del “desmedido entusiasmo” por el crecimiento de los hispanohablantes -500 millones- y el “jolgorio especial” por su aumento en Estados Unidos, el segundo país en el que hay más hispanohablantes después de México, pero más por la audiencia televisiva, las telenovelas y el futbol, ignorándose el progresivo cierre de librerías y lo que algunos llamaríamos temerariamente el triunfo de los ágrafos, de las audiencias sobre los lectores.

Saber castellano “puede ser muy útil para hacer turismo, comprender canciones, ver películas, copiar alguna receta y -lo más sofisticado- disfrutar de ciertos poetas y escritores”, pero no para el conocimiento y la ciencia, terrenos en los que el español tiene poca presencia. Si el número fuera el indicador de importancia de un idioma, los más prominentes serían el chino y el hindi; sí lo son, con el castellano, por su influencia en la vida cotidiana, pero no en la “aprehensión  del conocimiento”, que en occidente ha recibido los mayores aportes del alemán, el griego clásico, el francés, el latín, el inglés y el italiano. 

El ensayo de Iwasaki es un acercamiento a los aportes de los escritores que, teniendo otras lenguas de origen, han escrito en la lengua de Cervantes toda o una parte notable de su obra. 

Se detiene en Borges, quien recibió el inglés por vía materna y lo consideraba un idioma más apto para la poesía que el español, digresión que me permito incluir. Borges dice que en español las palabras son excesivamente largas, lo que explicaría, haciéndose eco de Unamuno, que en castellano tengamos tantos “oradores por escrito”; el inglés, en cambio, es casi monosilábico, abreviación que «sería una suerte de perfección… otro inconveniente… es que en los adverbios el acento cae en el español en la parte no significativa… si uno dice “alegremente”… lo que se oye es “mente”… En cambio si uno dice “sadly”… el acento cae sobre la parte significativa…es decir, sobre el adjetivo y no sobre “ly”, que simplemente nos dice que es adverbio…»

De pasadita, entrando de lleno al juego de postular “mejores” escritores, Iwasaki dice que Borges es “el último genio de la literatura universal y el gran clásico de la lengua española después de Miguel de Cervantes… una de las cinco grandes figuras literarias del siglo XX junto a Kafka, Proust, Faulkner y Joyce”. Tal vez con alguna variante, me adhiero sin pudor a la postulación.

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