Marx "attacks" y el Clásico de Atlacomulco

Sabíamos que el retorno del PRI sería, como debe ser, esperpéntico, faraónico y folclórico, pero lo que se ha vivido supera cualquier sueño guajiro.

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¡Viva San Marx! Esa es la pinta en una sucursal de Banamex que en color rojo sintetiza la emérita zacapela del primer día del nuevo sexenio. Una frase que se remataba, simbólicamente, con un “La libertad económica es la base de toda libertad”, en medio de aquel espectáculo que le da lógica al egregio retorno del PRIcámbrico temprano al poder no pudo tener más digno, consecuente y emotivo, como sacado de un idílico manual diazordacista-echeverrista. Incendios, gases lacrimógenos, profesionales de la provocación (una alegría saber que ese oficio que se creía perdido se revitaliza), inoperancia policiaca-judicial-militar (eso explica el cerco San Lázaro con tanta anticipación, con tamaño radio de influencia y tales dimensiones de vallas que parecían un presente azerbayano), choque de manifestantes y federales (¡qué alegría madreadora la de los granaderos!), sabroso homenaje a los emisarios del pasado que nos dieron patria (el 68, el 71), alucinante y retorcida proliferación discursiva con la surrealista oratoria tricolor.

Y la manifestación de parábolas y mensajes cifrados en el cambio de poderes: Paquita La del Barrio, especialista en cheques en blanco y señalar ratas de dos patas; la aparición de una manada de brontosaurios tricolores que, vistos desde el retrovisor estaban más cerca de lo que aparentan; y qué decir del tuit de Marchelo luego de la madriza: “Ya limpié mi Hemiciclo”. ¡Qué ternura!

Don Fidel Velázquez, El Negro Durazo y La Güera Rodríguez Alzheimer pueden estar tranquilos.

Lo mejor del ungimiento de Enrique Peña Nieto, el caudal de promesas para la construcción de un mejor México que, en lo financiero requerirían para su cumplimiento del presupuesto de la US Navy, la US Army, la CIA y varios más.

Fue tan ideal el show que cualquiera hubiera pensado que todo fue una cortina de humo para opacar la laica y republicana salida de Calderón que se fue como llegó, cual árbitro de la final Dorados-La Piedad.

¡Qué raro que nadie hubiera llorado su partida! Bueno, solo sus porristas de confianza que lo despidieron como si fuera Churchill.

Sabíamos que el retorno del PRI sería, como debe ser, esperpéntico, faraónico y folclórico, pero lo que se ha vivido supera cualquier sueño guajiro. Pero lo que importa no es el Marx attacks de estos viejos nuevos bobos de Marx, sino que en el Clásico de Atlacomulco imperó la lógica sexenal y ganó el espíritu del profe Hank, lo del pacto entre partidos qué.


www.twitter.com/jairocalixto

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