Sombras nada más

¡En qué hemos fallado!, acaso será que el turbulento devenir laboral nos agobia, transforma, mecaniza, deshumaniza y ¿neurotiza?

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Recientemente, caminado por alguna calle, escuché la voz inmortal de Javier Solís entonando la canción Sombras nada más:… Sombras nada más, acariciando mis manos/ Pude ser feliz y estoy en vida muriendo y entre lágrimas viviendo/ los pasajes más horrendos de este drama sin final...

Más de alguno pensará que José María Contursi  la escribió después de realizar trámite administrativo para ser atendido en institución de salud, pero no,  nada que ver, como diría algún mozalbete juguetón. 

Si de eso se tratase, más bien la comparación la realizaría con  pensiones, afores, salarios, finiquitos, conciencias, vergüenza, respeto, relaciones internacionales, lealtad. Habrá que sumarle al desvanecimiento paulatino la imagen del ser humano sensible. Hoy por hoy vemos “camaleonismo”, característico de muchos políticos, que aducen demencia cuando de tomar decisiones con aplomo inteligente se trata. Bueno, qué asombro les causa: todos saben que  para ocupar alto nivel de instancia gubernamental vale más la relación que una buena preparación.

Y hablando de transformaciones, ausencia de ética y  demás, la canción del inmortal representante del bolero ranchero me revivió pasaje vivencial por reciente visita de un gran maestro y ex funcionario,  que, aprovechando viaje y recoger tarjetón de “pensión”, me relataba entristecido que sólo encontró sombras  del colectivo, extrañando las sonrisas y  saludos, durante su lento caminar. Ese día particularmente se topó con caras largas, respuestas cortantes, evasión de la mirada y escasa comunicación en el nosocomio, de cuyos recuerdos orgulloso presumía. 

Sin mediar palabra me increpó diciendo: ¡En qué hemos fallado!, acaso será que el turbulento devenir laboral nos agobia, transforma, mecaniza, deshumaniza y neurotiza? ¡Mudo quedé!

Respondí enfático: aún se puede dar “golpe de timón”, redireccionar nuestro esfuerzo, hacer a un lado la mediocridad,  sumando juventud y experiencia. Acuñar nuevo distintivo para esta generación de tecno-profesionistas, sobrados de conocimientos, pero faltos de  sensibilidad, es el reto. Recobrar luz propia.

Habrá que retroceder la computadora del tiempo, pero para bien. Más allá de que el software del nuevo equipo esté fallando.

De este lado del coloso se ha conformado sólida generación. Finalmente miré al maestro fijamente y le dije: “No pierda la esperanza en este Fénix de la salud y ejemplo de madurez profesional, desde abajo lograremos lo que los de arriba han destruido”.

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