Verde amor

Decretamos días del árbol, de la madre, del padre, etc. para buscar notoriedad política o crear flujos de dinero a las empresas.

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Observemos cómo los árboles abrazan amorosamente las avenidas de la ciudad de Mérida, cuyo nombre debiera cambiarse a CIUDAD ARBOL.

Pacientes, nuestros dignos árboles soportan la tala inmoderada y el desprecio con que son tratados, como injusta correspondencia a la sombra y protección que nos han proporcionado, para permitir la presencia de un anuncio luminoso, cuyas luces estridentes dañan la pupila y no logran igualar las tonalidades mágicas, verdes y cafés, del árbol cercenado, ni sus robóticos movimientos se asemejan al amable mecer de las ramas de majestuosos árboles.

Qué lástima no percibir el lenguaje de la naturaleza.

Requerimos leyes unilaterales, que protejan a nuestros árboles, si es necesario, al extremo de legislar la figura de ECOCIDA, con una penalidad realmente fuerte.

Leyes que establezcan la adopción de un árbol, pero no sólo de membrete publicitario para campaña electorera. Una adopción de verdad con las obligaciones que esto conlleva. Cambiar campañas de siembra por campañas de cuidado y conservación.

No podremos acabar con los árboles, ni con la naturaleza en general, porque es más fuerte que nosotros, pero  la estamos obligando a reaccionar en tal forma que nos vamos a convertir en mutantes para poder convivir con ella.

No estamos conscientes de nuestra fragilidad, semejante a las gotas de agua que son arrojadas por un perro mojado cuando se sacude.

Estamos ya demasiado endurecidos de corazón. Decretamos días del árbol, de la madre, del padre, etc. para buscar notoriedad política o crear flujos de dinero a las empresas. 

El árbol, paciente, espera.

Hemos pensado ¿qué sería Mérida en  un día de calor como los que hemos padecido sin un solo árbol en la ciudad? EL CREMATORIO.

Abramos los ojos, ya no del alma, del sentido común, y veamos a  ese amoroso árbol, que literalmente nos abraza y correspondámosle con respeto y agradecimiento.

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