La voluntad del voluntario

Felicito a los voluntarios, quienes el 5 de diciembre celebran, por conmemoración de la ONU, su día; a ellos.

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Hoy dedico mi columna para aquellos héroes anónimos y los otros no tan desconocidos que, sin dudar o reprochar, entregan, para el bien de otros, lo más valioso que tiene el ser  humano: su tiempo. Estas son personas que obtienen como ganancia por su muchas veces exhaustivo trabajo el alma limpia y la sonrisa en el rostro por la satisfacción de aportar un granito de sí al mundo, aunque en lo económico se vean perjudicados.

Felicito a los voluntarios, quienes el 5 de diciembre celebran, por conmemoración de la ONU, su día; a ellos, quienes han tenido, como yo, la oportunidad de fundar una organización o de participar en una de ellas; quienes comprenden que no hay sonrisa que brille más que la de aquella persona que siente burbujas en el estómago cuando sabe que sus objetivos de servicio están cumplidos. Nada causa más regocijo que saber que puedes morir tranquilo, porque como voluntario has dejado un poco de ti en aquello que es trascendental. 

Un voluntario de verdad se fija una meta sin cobrarle nada a nadie, se interesa por una causa y actúa entregando parte de sí para ello; el voluntariado va mucho más allá que un simple donativo en la alcancía de una persona en el semáforo. Quien pone el pretexto de no tener tiempo pues está “muy ocupado” es porque quizá se sabe mentir muy bien, pues la voluntad (de donde viene la palabra voluntario) de servicio, no tiene que implicar más de una hora de 168 que tenemos a la semana. 

Así que, amigo lector, tomemos toda esa magia interior y entreguémosla con amor al mundo que tanto lo necesita.

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