Voyeurismo bibliófilo
Mas existe una perversa variante dentro de esta fauna bibliofílica: la de los voyeuristas, quienes se deleitan explorando bibliotecas ajenas...
Cuando hablamos de literatura obviamos el hecho de que los libros, más allá de servir como instrumento de lectura, también son objetos agradables a los sentidos, pues no es un secreto que existen bibliófilos y bibliómanos que gustan solazarse también con el mero tacto de sus hojas, al tiempo que abren sus páginas tan sólo para clavar las narices y esnifar esa combinación de olores que deviene del polvo, el papel y la tinta, todo combinado con las infinitas variaciones que el tiempo y las condiciones climáticas han obrado sobre el libro.
Luego entonces, no es de sorprender que la vista -el sentido que nos ocupa en este caso- también incida en nuestro dilecto amor –u obsesión- por los libros. Después de todo, no podemos soslayar la atractiva visión que una biblioteca puede ejercer sobre un amante conocedor de las peculiaridades de los ejemplares impresos. Lomos, colores, diseños editoriales, formatos, gramaje y tipos de papel pueden excitar de una manera insospechada a aquel que tenga el privilegio de verlos.
Mas existe una perversa variante dentro de esta fauna bibliofílica: la de los voyeuristas. Mientras algunos se emocionan en una simple librería, estos desviados se deleitan explorando bibliotecas ajenas, ya que los libros nuevos carecen de la personalidad y características que éstos valoran. Se les puede reconocer fácilmente, puesto que estos individuos, en apariencia normales, al entrar a alguna casa o recinto con libros a la vista, no pueden evitar que los ojos se les vayan directo hacia los volúmenes en cuestión.
Es así que, una vez encandilados, no pueden sostener una conversación sin distraerse ante el panorama bibliográfico que se les presenta. A veces, piden permiso para ojear las bibliotecas personales de propios y extraños; otras, aprovechan la ocasión para morbosear los títulos con total descaro. Sea como sea, mucho se puede descubrir de las personas mediante esta clase de comportamiento. Sus gustos, filias y afinidades electivas pueden colegirse durante la revisión.
Este tipo de personajes es extremadamente peligroso, pues, junto a los birladores de libros, su principal mecanismo de empoderamiento reside en la posesión de información privada sobre el propietario de la biblioteca en turno –nada hay más personal que los libros y autores predilectos de cada quien-. Si usted se llega a topar con uno de estos voyeuristas bibliófilos no dude en despistarlo colocando copias del Selecciones de Reader´s Digest a discreción.