XXXIII Muestra Nacional de Teatro

Más allá de las filias y las fobias, esta edición de la muestra estaba llena de vida, los convocados inundaban los foros para ser parte del fenómeno.

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Con la participación de treinta y seis grupos de teatro (seleccionados previa convocatoria), en catorce sedes, cuatrocientos setenta y siete participantes y nueve mil asistentes, se llevó a cabo  la edición XXXIII de la muestra nacional de teatro en San Luis Potosí. La muestra es el escaparate más importante del teatro mexicano, un muestrario diverso del teatro en el país; el encuentro de frente con la crítica nacional, sin apapachos locales, padrinazgos o paternalismos.

Siempre me pregunto ¿cómo se mide el éxito de una obra? ¿Por la cantidad de asistentes? ¿De risas? ¿De aplausos? ¿Por la venia de la crítica? ¿De los intelectuales? ¿De los colegas? ¿Por ganar festivales? ¿Becas? ¿Dinero? Quizá tendríamos que partir de la idea de éxito de cada quien. Lo que sí es innegable en esta edición de la muestra es el enorme esfuerzo en infraestructura, atención y presencia de todos y cada uno de los que formaron parte de ella. El Centro Estatal de las Artes de San Luis Potosí -antes reclusorio- sirvió de foro para presentaciones de libros, conferencias y talleres.

En cuanto a la selección y calidad de las obras, siempre habrá polémicas, aplausos de pie y la persistente pregunta anual ¿Y a este grupo  por qué lo seleccionaron? Nunca hay respuesta convincente para tal pregunta.

Más allá de las filias y las fobias, esta edición de la muestra estaba llena de vida, los convocados inundaban los foros para ser parte del fenómeno, para tener presencia en el rito. Es inevitable echar un ojo a las butacas, ver quiénes vinieron a ver a tal o cual obra. Y siempre, hasta en las funciones de madrugada, estaba presente todo el equipo de la coordinación nacional y la Lic. Laura Elena González, directora del IPBA, compartiendo cada momento, emocionada con las puestas en escena y con la sonrisa imborrable.

Preguntaba al principio ¿cómo se mide el éxito?, si es por diversidad, asistencia y calidad, esta edición de la muestra fue un exitazo.

El teatro, para mantenerse vivo necesita funcionarios con visión, como Juan Meliá, colaboradores-cómplices como César Tapia y Alma Rosa Castillo y mujeres de altura como Laura Elena. Ante los cambios inminentes en la política, no sabemos qué le espera al teatro nacional, pero conservo la certeza de que en cualquier lugar donde se encuentren los mencionados, el teatro mexicano gozará de brillante presencia. ¡Así sea! 

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