Aguas negras de Quintana Roo, gran amenaza para Arrecife Mesoamericano
La barrera coralina se extiende por más de mil kilómetros en el Caribe, entre México, Belice, Guatemala y Honduras.
Alejandro Castro/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- A solo 10 kilómetros de la zona hotelera de Cancún, Quintana Roo, y en contraste con la infraestructura turística digna del primer mundo que hay en esta área, María Estela pide una pipa de agua para llenar el tinaco asentado a un lado de su casa de madera y láminas de asbesto, en el asentamiento irregular conocido popularmente como Invasión de la 234.
“Yo cuando tengo, mejor prefiero pedir agua en la pipa, porque la de aquí de los pozos en las casas sale como amarilla”, cuenta la mujer de 62 años.
Desde hace 10 años que un grupo de pobladores llegó a ocupar esos terrenos baldíos, sin ningún título de propiedad, los que ahí habitan no cuentan con servicios de agua potable ni drenaje, pues al tratarse de una colonia irregular, el Estado no puede proveer estos servicios básicos.
-¿En dónde vierten sus aguas negras?, se le preguntó a María Estela.
“Aquí abajo hay unas cuevas, ahí aventamos el tubo del baño y todo se va”, responde. Sí, al mismo sitio de donde extraen el agua amarillenta para uso doméstico. “Los que no tienen, pues así, al aire libre”, concluye la oración...
En la Península de Yucatán los ríos subterráneos de donde se extrae el agua para beber y de uso doméstico están -dependiendo del sitio- a escasos metros de la superficie. Incluso, en muchos sitios es superficial, como es el caso de los conocidos cenotes. De ahí la facilidad para conectar tuberías de extracción y desecho.
La situación de pobreza y el rezago en la prestación de servicios básicos son un contraste en Quintana Roo, el centro turístico más importante de México. En este sector, el estado aporta el 35 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a nivel nacional y es el mayor generador de empleos en este ramo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
En las últimas tres décadas, el acelerado crecimiento turístico en el Caribe mexicano y el incremento en la demanda de personal -con el desorden urbano que ello ocasiona- ha traído consigo una serie de consecuencias ambientales que hoy ponen en entredicho la persistencia de los recursos naturales que, irónicamente, son el principal atractivo para los 14.2 millones de viajeros que llegan cada año.
La práctica de colocar el tubo del drenaje directamente al acuífero, cuyas corrientes luego llegan al mar, es común en Quintana Roo, pero la situación se agrava en las más de 200 colonias irregulares que hay en la entidad, según datos de la Secretaría de Desarrollo Territorial Urbano Sustentable (Sedetus).
El mal tratamiento de las aguas negras en Quintana Roo -o su nulo tratamiento, en muchos de los casos- , está colapsando uno de los ecosistemas marinos más importantes del mundo: el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), una barrera coralina que se extiende por más de mil kilómetros en el Caribe, entre México, Belice, Guatemala y Honduras, alertan especialistas.
Sin embargo, la contaminación directa en el acuífero subterráneo que diariamente arrojan los vecinos de la colonia irregular Invasión de la 234, y que por consiguiente llega al mar, es apenas la punta del iceberg con respecto al impacto de las aguas residuales sobre los arrecifes.
Alejandro Tamayo López, investigador de la organización Centinelas del Agua, explica que en la Península de Yucatán, a diferencia del resto del país, se cuenta con un sistema de suelo kárstico, que es como un sistema de tuberías que conecta con el arrecife, por medio del cual todo componente externo puede ser transportado fácilmente por el acuífero y llegar hasta el mar.
En Quintana Roo ninguno de sus 11 municipios tiene una cobertura completa de drenaje. En las zonas urbanas, la cobertura general es de 73.50 por ciento, mientras que en las comunidades rurales es de apenas 9.1 por ciento, de acuerdo con la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA).
Ante este rezago y dependiendo de su situación económica, las personas tienen tres opciones: la colocación de una fosa séptica no regulada; el vertimiento directo al acuífero -como lo hace la familia de María Estela-; o la defecación al aire libre. Todas las formas, refiere López Tamayo, representan un foco de contaminación para el agua, pues la poca profundidad facilita la filtración de la materia orgánica.
La corrupción en el sector público y privado juega un rol importante. En el fraccionamiento La Selva, construido hace 15 años, la inmobiliaria Edificaciones Estrella decidió hacer un cárcamo sobre un cenote para verter las aguas residuales, situación que fue avalada por las autoridades municipales y de la CAPA, según denuncian vecinos que desde hace nueve años viven con las calles inundadas de excremento. A la fecha, se siguen comercializando fraccionamientos bajo esas condiciones en Cancún, Playa del Carmen y Puerto Morelos.
Luis Leal, un experimentado explorador acuífero maya, ha visto los rincones más puros de los ríos subterráneos a profundidades superiores a los 100 metros, pero también los peores escenarios imaginables bajo el suelo: partículas de heces fecales flotando en el agua e incluso papel de baño pegado a las paredes de las cavernas subterráneas bajo las zonas urbanas, como fue el caso de Tulum.
No obstante, la instalación de drenaje formal tampoco representa la solución a la contaminación de las aguas naturalmente puras del Caribe mexicano.
En la región 235 de Cancún, por ejemplo, apenas se instaló el drenaje después de 15 años. Para que las familias se conecten a esta red municipal, es necesario que modifiquen las construcciones de sus casas, para colocar la tubería, quizás partir el piso de la sala o la cocina. Esta situación se replica en todo el estado, particularmente en los municipios de Cancún, Playa del Carmen, Tulum, Puerto Morelos y Bacalar, donde aún con la infraestructura colocada no se hace uso de este servicio por el costo de inversión que implica, sostuvo Carlos Ríos Castellanos, de la CAPA.
El caos no termina con la conexión formal. La Norma Oficial Mexicana 001-Semarnat, que regula los límites de contaminantes permisibles en las descargas residuales en aguas del subsuelo y que no se actualiza desde 1996, autoriza a los prestadores de servicio de agua potable -encargados también del saneamiento- a inyectar al acuífero agua procesada en un tratamiento secundario.
El tratamiento secundario reduce la cantidad de materia orgánica de las aguas negras, pero no es agua que pueda tener uso doméstico, pues aún conserva contaminantes y bacterias que pudieran ser dañinos a la salud.
Gonzalo Merendiz Alonso, de la Asociación Civil Amigos de Sian Ka’an, sostiene que este proceso es insuficiente para las características del suelo de la Península de Yucatán, que al encontrarse el acuífero a baja profundidad, no inhibe la filtración de los contaminante permitidos, poniendo en riesgo tanto la salud del Arrecife Mesoamericano como la de las personas.
Centinelas del Agua, Healthy Reefs for Healthy People, Amigos de Sian Ka’an y el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) impulsan un cambio en la regulación que obligue a un tratamiento terciario de las aguas residuales para la Península de Yucatán por parte de la CAPA, el ente público que presta el servicio en la mayoría de los municipios; la concesionaria Aguakan, que administra el servicio de agua potable y drenaje en Cancún, Solidaridad, Isla Mujeres y Puerto Morelos, siendo las dos primeras ciudades, las de mayor densidad demográfica , así como los hoteles e industrias que cuenten con plantas de tratamiento individuales.
En 2017, la Semarnat realizó una consulta pública para recibir comentarios que le permitieran actualizar dicha norma oficial. Las organizaciones ambientales hicieron los señalamientos correspondientes, sin embargo, a la fecha no ha sido publicada en el Diario Oficial de la Federación para su entrada en vigor.
Actualmente, la Ley de Aguas Nacionales no reconoce siquiera la existencia del tipo de suelo kárstico que hay en la Península ni tampoco la existencia de cuerpos de agua como cuevas y cenotes que abundan en la región.
Desde 2012, la Constitución Política de México establece que toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible.
Para ello, el Congreso contaba con 360 días naturales para la publicación de una nueva Ley General de Aguas Nacionales, misma que se ha rezagado por siete años.
Xochitl Zagal Ramírez, integrante de la Comisión de Medio Ambiente, Sustentabilidad, Cambio Climático y Recursos Naturales de la Cámara de Diputados, dijo que para inicios de 2020 se presentará una nueva iniciativa, con una visión más rigurosa en el cuidado del agua, donde se incluirá la obligación de tratamientos de agua terciarios.
LAS CONSECUENCIAS YA VISIBLES
La ascendente producción de aguas residuales desde hace 30 años ya refleja estragos severos en este ecosistema de arrecifes, que gradualmente ha ido perdiendo su cobertura y su belleza natural, sostiene Lorenzo Álvarez Filip, investigador del Instituto de Limnología y Ciencias del Mar de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“La cobertura de coral es el principal indicador que tenemos en un arrecife, porque los corales son la base del ecosistema, son los que físicamente construyen los arrecifes, tristemente lo que vemos en todo el mar Caribe es una tendencia que va a la baja, estamos hablando que es alrededor de 80 por ciento de pérdida en 40 años”, aseveró.
En un estudio científico publicado en 2016, Álvarez Filip pudo documentar que los sitios arrecifales con mayor grado de degradación son precisamente aquellos que colindan con las ciudades con alta densidad habitacional, en el corredor turístico de Cancún a Tulum, aunque ello no significa que el resto esté en óptimas condiciones.
Los arrecifes de coral ocupan apenas el 0.1% de la superficie total de los océanos, pero en ellos habita el 25 por ciento de todas las especies marinas en el mundo, de ahí su importancia, apunta la bióloga Nallely Hernández Palacios, de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
Un coral es un animal colonial compuesto por cientos o miles de individuos llamados pólipos, que cubren una base rocosa de carbonato de calcio que ellos mismos construyen con el paso del tiempo, formando grandes estructuras. En el interior de estos pólipos, de apariencia gelatinosa y transparente, viven microalgas llamadas zooxantelas, que son las que le dan color al coral y al arrecife.
En 2012, el biólogo Serguei Damián Rico Ensenaro, con asesoría del doctor en ciencias Juan Pablo Carricart-Ganivet, del Laboratorio de Esclero-cronología de Corales Arrecifales de la UNAM, logró medir la presencia del isótopo δ15N (Delta Nitrógeno 15) en el coral de la especie Orbicella Feveolata , y establecerlo como indicador de aguas residuales en el Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos en los últimos 40 años.
La medición citada logró hacerla al estudiar las bandas de crecimiento que se forman en el esqueleto de coral en ciclos anuales -, similares a las de los árboles-, las cuales acumulan materia orgánica,– ya que de esta manera es posible conocer la química del mar en retrospectiva.
El resultado: un incremento exponencial de δ15N (Delta Nitrógeno 15) entre 1970 y 2012, reflejo del aumento de aguas negras en el territorio de los corales. Dicha alza coincide con el crecimiento en el número de cuartos de hotel aledaños al arrecife coralino, al pasar de 400 a 8 mil, aproximadamente, según documentó Rico Ensenaro como tesis de maestría.
Este fue el primer estudio que comprobó un impacto directo del crecimiento de las actividades humanas en el arrecife local, pero la situación no es distinta en el resto de Quintana Roo, puntualizó Carricart-Ganivet.
Los efectos negativos de las aguas residuales sobre el Arrecife Mesoamericano son muchos, explica Melina Soto, coordinadora en México de la organización Healthy Reefs For Healthy People.
Una de las secuelas más directas es el crecimiento de macroalgas sobre las estructuras de coral. En la medida en la que se asientan irrumpen la luz para los corales y ponen en riesgo sus funciones biológicas como alimentarse, respirar o reproducirse, lo cual eventualmente puede llevarles llevarlos a la muerte, detalla la bióloga marina.
Los corales viven en aguas oligotróficas, es decir, sin cargas de nutrientes, de ahí su transparencia. Sin embargo, los nitratos y fosfatos -nutrientes necesarios para el crecimiento de dichas algas- que provenientes de las aguas residuales llegan al mar, hacen que crezcan, ganen terreno y asfixien a los corales.
“En la última década la cobertura de macroalgas se ha duplicado y ocupa más del 25 por ciento de la superficie del arrecife, lo cual es preocupante”, expuso la representante de Healty Reefs.
SÍNDROME BLANCO
En los últimos 18 meses, el Síndrome Blanco, una letal enfermedad de la cual se desconoce la causa, ha matado la misma cantidad de corales que los que murieron en 40 años en el Caribe mexicano de manera natural o por otros brotes, de acuerdo con datos del Laboratorio de Biodiversidad Arrecifal y Conservación de la UNAM.
Considerada por la comunidad científica como la enfermedad más letal en la historia, el Síndrome Blanco fue detectado por primera vez en México en julio de 2018, aunque se tienen indicios de la misma infección coralina desde 2014 en Florida.
Este padecimiento se caracteriza por el desprendimiento del tejido vivo del coral -los pólipos-, dejando expuesta y sin vida la base blanca de carbonato de calcio. En cuestión de semanas esta enfermedad es capaz de terminar con colonias de corales cuya formación tardó cientos de años, precisa Claudia Padilla, Souza, del Centro Regional de Investigación Acuícola y Pesquera (Criap).
Aunque la causa del patógeno aún es desconocida, un grupo de investigadores de la Universidad de Florida, la estación marina Smithsonian y la Universidad Estatal de Oregón, dirigidos por la doctora en microbiología marina Julie Meyer, consiguieron por primera vez, en septiembre de 2019, aislar cinco grupos de bacterias presentes en los corales afectados por el Síndrome Blanco.
Flavobacteriales, Clostridiales, Rhodobacterales, Alteromonadales y Vibrionales fueron los cinco grupos aislados en tres diferentes especies de coral. De estos, los dos primeros son grupos de bacterias presentes en las aguas residuales.
A la fecha, ya se registran afectaciones en más del 40 por ciento de los corales del Caribe Mexicano. Algunas especies como el coral pilar, cuya afectación es del 98 por ciento, están a un paso de la extinción local.
En 2002, Kathryn L. Patterson pudo comprobar que la enfermedad de la viruela blanca, letal en para los corales Acropora Palmata en el Caribe Mexicano (mejor conocidos como cuerno de alce) es originada por la bacteria oportunista Serratia marcescens, proveniente también de las aguas negras.
SIN EL ARRECIFE, NO HAY VIDA
El SAM es una de las barreras de arrecifes más grandes del mundo y casi el 40 por ciento de su superficie se localiza en México. De este ecosistema se sostiene la vida en Quintana Roo, afirma María del Carmen García Rivas, directora del Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos.
Del arrecife se sostiene la principal y casi única industria del Caribe mexicano: el turismo.
En primera instancia, por la belleza del paisaje que tan solo en 2018 atrajo a 14.2 millones de visitantes, según datos de la Secretaría de Turismo.
La arena blanca y suave de las playas, por las que muchos quieren caminar, la producen los peces loro al defecar, sí, aunque parezca increíble. En su proceso de alimentación, estos peces roen los corales cuya estructura de aspecto rocoso es de carbonato de calcio.
Por lo tanto, después de comer, el resultado de su proceso de digestión es la arena.
El azul caribe del agua, otro de los atractivos de la región, es simplemente el reflejo de la luz solar sobre la arena blanca del fondo marino, pues el agua naturalmente es transparente.
La barrera arrecifal más grande del Atlántico también protege la infraestructura costera y habitacional ante los embates de huracanes y tormentas, a la vez que es el hogar de miles de especies marinas, muchas de ellas de interés comercial en la región, como la langosta, por ejemplo.
LA SOLUCIÓN: DEJAR DE CRECER Y REMEDIAR LOS DAÑOS
Actualmente, los destinos de Cancún, Playa del Carmen, Cozumel, Tulum e Isla Mujeres acumulan en conjunto una oferta turística de más de 105 mil cuartos de hotel y aproximadamente hay otros 30 mil en construcción, sin que los gobiernos municipales o el estatal cuenten con la misma capacidad para incrementar la infraestructura urbana que se requiere.
Para solucionar el rezago en los servicios de drenaje en Quintana Roo, hay una cartera de proyectos que alcanzan los cinco mil millones de pesos, indicó indica Roque Marzuca Esquivel, coordinador de planeación de la CAPA.
Sin embargo, la inversión anual en infraestructura realizada este 2019 fue de apenas 340 millones de pesos, de los cuales 63 millones fueron aportados por la Comisión Nacional de Agua Potable (Conagua). Para este 2020, la dependencia federal suministrará solo 42 millones, es decir, 36 por ciento menos, añadió el funcionario de CAPA.
María del Carmen García Rivas plantea una moratoria de crecimiento turístico e inmobiliario en tanto no se resuelvan los problemas ambientales que enfrentan estos ecosistemas.
“Necesitamos tener más esfuerzos de conservación del arrecife para que haya las actividades económicas que siempre hemos tenido”, asevera la también directora del Parque Nacional Isla Contoy.
Carlos Ríos Castellanos, titular de la Secretaría de Desarrollo Territorial Urbano Sustentable estatal, indica que desde octubre de 2019 está incluido en el Código Penal de Quintana Roo el delito de invasión y la construcción de desarrollos en predios no urbanizados, a fin de tratar de evitar mayor descontrol, pero hasta el momento no hay procesados.
Ante la necesidad de actuar con urgencia, según alertan investigadores, las autoridades ambientales y estatales no han convocado a reuniones -como sí ocurrió con el sargazo- para abordar esta “emergencia ambiental”, como le ha nombrado Lorenzo Álvarez Filip, también presidente de la Sociedad Mexicana de Arrecifes Coralinos.
Alfredo Arellano Castillo, secretario de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo, asegura que es algo que está fuera de las competencias del gobierno del Estado, aunque trabajarán en pláticas de “educación ambiental”.
Por su parte, Víctor Toledo Manzur, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) se limitó a decir que está enterado del problema del “blanqueamiento” (enfermedad coralina distinta) y se está atendiendo.
“No tengo la información precisa pero sí hay gente de la Semarnat trabajando en el tema del blanqueo de los arrecifes del Caribe”, afirmó.
De continuar así, coinciden los especialistas consultados, en los próximos 10 o 15 años podríamos observar el colapso del Sistema Arrecifal Mesoamericano y de las actividades económicas que, directa o indirectamente, se sostienen de él.
*Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews