La Navidad de doña Paula: solo pide que sus nietas olviden la pobreza

Las niñas recibieron de regalo muñecas de medio uso, sin árbol, luces, ni cena especial.

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(Daniel Tejada/SIPSE)
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Armando Galera/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- La Navidad no significa nada para la señora Paula Velázquez Chi y su familia. Para ella, al igual que otras 21 mil personas en situación de pobreza extrema en Othón P. Blanco, diciembre es la peor época del año, pues representa la llegada del frío, lluvias y enfermedades que retan su voluntad de vivir.

“Mi mejor regalo es que mis tres hijas y mis dos nietas sobrevivan a la temporada invernal”, dice doña Paula, mientras una de ellas hace malabares sobre una silla de plástico para colgarse del techo de lámina. No pone adornos, sino que con retazos de plástico intenta tapar los huecos por donde se filtra el agua.

“La lluvia de hace unos días me enfermaron a las niñas, porque se mojó toda la cama en que se nos vino encima el agua”, dijo sin dejar de dar indicaciones sobre cuáles grietas faltan por tapar, “las cinco tenemos que dormir sobre bolsas de plástico que colocamos en el colchón, porque el frío y lo nublado no ha dejado que se secara”.

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Hace más de 25 años que llegó a Chetumal, con la esperanza de encontrar una vida mejor que la que llevaba en su pueblo, pero tuvo mala suerte: su marido nunca permitió que trabajara, lo que fue peor para ella cuando la abandonó, pues prácticamente la dejó sin nada para sacar adelante a sus hijas.

En 2007, se apropió de un pequeño espacio cerca de La Sabana de Chetumal, en una tierra que nadie quería por ser fangosa y con riesgo a inundarse. Ahí comenzó a construir su casa con pedazos de madera y lonas que candidatos le regalan durante las campañas.

La tos de la más pequeña interrumpe la entrevista. Doña Paula corre a darle un vaso de agua y unas pequeñas palmadas en la espalda. Le sonríe y le dice que pronto se va a sentir mejor, pero voltea a ver a su hija mayor y la mirada cambia a desesperación. Lleva cuatro días enferma, y no tienen dinero.

“Fuimos a una farmacia similar, pero las medicinas cuestan 600 pesos. Lo juntaríamos todas en una semana, pero sólo si no gastamos en comida. Por eso no nos queda otra más que rogarle a Dios que el frío no vuelva hasta que se nos recupere la niña”, suplicó.

Ya fueron varias veces al Congreso y al ayuntamiento para solicitar ayuda, pero en cada ocasión les atienden asistentes que les responden que por el momento no hay dinero, que mejor regresen otro día.

“Pero si logramos ‘pescar’ al regidor o diputado, sus asistentes aprovechan para tomarle fotos platicando con nosotras, nos abrazan y sonríen a la cámara, como si de verdad quisieran apoyarnos en nuestro problema. Pero terminan de grabar y nos dan 50 pesos para el taxi de regreso, asegurando que no tienen más”.

No habrá pavo, ni árbol de Navidad, ni luces, pero doña Paula muestra entusiasmada unas muñecas que tiene guardadas para regalarles hoy a sus nietas. Son de medio uso y están desgastadas, pero está segura que serán la mejor sorpresa para las pequeñas.

Si es que de verdad existe la magia de la Navidad, espero que les permita a ellas que se les olvide por un momento nuestra situación. A veces la desesperación me hace llorar por las noches, pero no puedo dejar que ellas me vean. Sólo espero que les vaya mejor en la vida que a mí”, sentencia.

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