Lectura para universitarios: adaptación tras la pandemia de Covid-19

Aún cuando varios prefieren los libros digitales, muchos todavía optan por el olor de la tinta.

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Lectura para universitarios: adaptación tras la pandemia de Covid-19. (Foto: Canva)
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El mundo de la literatura vive una transformación constante. Lo que antes implicaba hojear páginas físicas en el silencio de las bibliotecas, hoy convive con el brillo de las pantallas y el ruido de las redes sociales.

En Guadalajara, académicos de diversas universidades observan tendencias variadas entre los estudiantes: algunos han dejado la lectura en un segundo plano, otros la han trasladado al mundo digital, mientras que un grupo reducido sigue fiel al encanto de los libros impresos.

Mónica Márquez, directora de la Biblioteca Jorge Villalobos Padilla del ITESO, destaca cómo la pandemia marcó un antes y un después en los hábitos de lectura de los universitarios, en un periodo donde la sociedad se volcó de lleno al entorno digital. 

“Aún cuando los alumnos leen en digital, muchos regresan al placer de la lectura silenciosa, lenta. Existen también comunidades lectoras donde pueden disfrutar de la lectura en grupo. Los jóvenes mezclan el manejo de base de datos combinado con la lectura por el disfrute”.

(Foto: Canva)

¿Cuál es el sector poblacional que más lee?

Según el Módulo de Lectura del INEGI (MOLEC) -un cuestionario creado en 2015 que se aplica a la población alfabeta de más de 18 años en zonas urbanas- el grupo de edad con mayor población lectora, desde 2015, se queda en los jóvenes de 18 a 24 años.

En el conteo de 2014, mientras la media de la población de todas las edades se acerca al 70% de personas que leen, en este grupo de edad asciende al 83.9%, contra el 53% de la población de 65 años y más.

Los datos recopilados apuntan a que los jóvenes definitivamente están leyendo, pero ¿cómo lo hacen?

En las universidades de Guadalajara, donde mayoritariamente se encuentran los jóvenes de 18 a 24 años, la única similitud es que sus estudiantes se están acercando a las letras de distinta forma.

(Foto: Canva)

De acuerdo con Márquez, en el ITESO, después del regreso a la vida presencial, el formato digital comenzó a proliferar y permanecieron los círculos de comunidad lectora que se habían formado en el confinamiento.

“La calidad de las lectura ha cambiado. Los jóvenes consumen la información de fuentes de imagen y video en redes sociales, esto trae menos profundidad pero más diversidad. En el caso de la lectura por placer, se trata de una lectura más profunda, más compleja, se leen textos muy clásicos”. 

Destaca uso de la inteligencia artificial

En una encuesta aplicada a los alumnos de la Universidad Panamericana por Ruth Román -jefa de servicio a usuarios de la biblioteca-, se refleja el uso elevado de herramientas de inteligencia artificial, como Chat GPT, para comprender mejor el material de lectura, ya que aproximadamente el 60% de los alumnos utiliza alguna herramienta similar para buscar información. 

A pesar de su uso constante, el 40.6% piensa que esta herramienta ha empeorado sus hábitos de lectura.

La biblioteca como hogar

Acerca de los hábitos de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara, está el director del Sistema Universitario de Bibliotecas, Sergio López.

“Ahora los alumnos utilizan preferentemente el material digital. Los estudiantes demandan que las bibliotecas tengan buena conectividad. Sin embargo, les gusta la biblioteca abierta, no toda la información está en internet”.

(Foto: Canva)

A pesar de que los universitarios son los usuarios principales de los libros, hay diversas barreras que evitan que la lectura se convierta en un hábito permanente, como el idioma en el que están escritos los libros, el uso de la tecnología y hasta problemas emocionales comunes en la juventud.

“Las redes sociales son maravillosas, porque permiten conexión y difusión, pero también son muy injustas. Cuando regresamos a clases presenciales, noté que los jóvenes presentaban ansiedad, ¿cómo vas a ser un buen lector si traes cargas emocionales?”, cuenta López.

Adicional a estas barreras más específicas, está el dilema eterno de la promoción de la lectura en espacios fuera de las escuelas, como en los hogares. 

El módulo de lectura del INEGI expone ‘la existencia de libros diferentes a los de texto en casa’ y ‘observar a sus padres o tutores leer’ como los principales estímulos para la práctica de la lectura entre la población alfabeta.

Entre aquellos jóvenes que crecieron rodeados de material para la lectura en sus hogares y asistiendo a espacios donde los libros, revistas y periódicos estaban a su alcance total, la mayoría pudo mantener el hábito lector hasta su vida adulta.

Hoy en día, con el acceso directo a dispositivos digitales las formas de leer han cambiado, pero la curiosidad y el interés por aprender prevalecen y se adaptan a las pequeñas pantallas que todos guardan en sus bolsillos.

Con información de Reforma 

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