Expone Friscione las maravillas del mar
El buzo y médico veterinario ha coleccionado memorias, experiencias y miles de vivencias.
Jocelyn Díaz/SIPSE
CANCÚN.- Toda una vida entregada al mar ha llevado a Alberto Friscione a coleccionar memorias, experiencias y miles de vivencias, las cuales ha decidido compartir con el mundo a través de una extensa exposición itinerante en la que retrata el amor, la pasión, la magia y el maravilloso mundo que existe en el fondo del mar. En entrevista exclusiva para Novedades Quintana Roo, el buzo xalapeño comparte cómo fue su acercamiento al mar y cómo, poco a poco, lo fue conquistando hasta decidir entregarse en cuerpo y alma al mismo.
“Desde muy pequeño el mar ejerció un mágico llamado hacia mí, y yo a través del tiempo fui respondiendo a ese llamado, tuvieron que pasar varios años para que yo me pudiera sumergir por primera vez, ya que el mar me daba pavor, en mis épocas hablaban de tiburones maléficos, mantarrayas y monstruos, corrientes, que la gente se ahogaba y que el mar era nuestro enemigo; cuando entro al mar, me doy cuenta que tengo un aliado y encuentro un universo de infinita hermosura y complejidad, era algo bellísimo”, detalló el hombre que vio en la profundidad del mar otro mundo en el que decidió quedarse y quien en su afán por protegerlo tiene como meta crear un santuario de tiburones y sus propios criaderos de peces para su alimentación, proyecto que también pretende implementar en pescadores a través de pláticas informativas.
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Mi vida se la he dedicado al mar “Mi hermano Ángel desató todo esto cuando me llevó a una playa en Veracruz que se llama Villarica, me puse un visor, el agua me llegaba a la cintura y era muy clara, lo recuerdo como si fuera ayer, puse mi cara en el agua, vi los peces y desde entonces no quise quitarme el visor jamás. Él me regaló mi primer equipo de buceo, en la prepa empecé a ejercitarme como nadador y comencé a meterme al mar; cuando en Veracruz entraban los nortes me venía a Quintana Roo y aquí encontré un mar cálido, transparente, bello, único en el mundo que me hizo decidir quedarme”, compartió Beto, como le llaman sus amigos, quien llegó al estado hace 40 años con una cámara y un arpón para vivir una aventura sin saber que se convertiría en una forma de vida, en toda su vida.
Una persona importante cambió su visión del mar y fue entonces que comenzó a preocuparse por cuidarlo y por conservar sus especies.
“Me tocó trabajar con aquel célebre oceanógrafo Ramón Bravo, el primer hombre en hablar del medio ambiente y de los mares, un mexicano que trabajó en Europa y que de un día a otro me cambió el chip y me convenció de que nuestros mares se estaban acabando, entonces me dediqué a la conservación y a proclamar que el mundo marino necesita nuestra ayuda, que los mares de Quintana Roo y del mundo están heridos de muerte, estamos acabando con las especies, los corales, lo estamos contaminando de una manera brutal”.
Después de tener terror a los escualos, el también médico veterinario logró vencer sus miedos y decidió conocer a la temida especie más de cerca.
“En algún momento empiezan a llamarme la atención los tiburones, primero era pavor terrible y poco a poco fui viendo que son animales muy inteligentes, que no estamos en su código alimenticio para que te maten o te ataquen, entonces me dediqué a seguirlos y luego a mostrarle al mundo que si los respetamos no nos van a hacer nada. Lo más bonito es que hoy en día el convivir con tiburones, además de ser una experiencia maravillosa que rompe paradigmas, se vuelve un factor económico muy importante”.