Mafalda cumple 50 años sin perder vigencia

Los personajes desarrollados por Quino no son como los de la televisión mexicana, no atarantan sino que avivan el pensamiento.

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Quino dejó de dibujar a Mafalda porque no quería que fuera como esas historietas que la gente lee por costumbre, pero que no tienen sentido. (Quino/Milenio)
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José Luis Martínez/Dominical
MÉXICO, D.F.- ¿Tú también, cartujo? La pregunta toma desprevenido al humilde monje, quien inútilmente trata de ocultar el volumen 10 de Mafalda (Lumen, 2014) entre los pliegues de su roído hábito. El abad lo mira severo; él se sonroja y guarda silencio.

Mafalda es una lectura prohibida en el monasterio, sus personajes no son como los de la televisión mexicana, no atarantan sino avivan el pensamiento. Por eso está vedada en la santa sede, celosa del orden establecido y las buenas costumbres.

El abad estira la mano y confisca el pequeño volumen poblado de personajes entrañables: Mafalda, Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Guille y Libertad, la más radical, siempre implacable en sus razonamientos, como cuando dice: “Comienza tu día con una sonrisa, verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.

El trapense oculta su tristeza por el libro perdido; le quedan nueve bien ocultos debajo del colchón para seguir celebrando los 50 años de Mafalda. Apareció el 29 de septiembre de 1964 en las páginas de la revista argentina Primera Plana y dejó de publicarse el 25 de junio de 1973 en el hebdomadario Siete Días. Casi una década, o solo una década, mejor dicho, le bastó para ganar legiones de lectores en todo el mundo.

Dificil decisión

Al explicar su renuncia a continuar dibujando a Mafalda y sus amigos, Joaquín Lavado, el famosísimo Quino, explicó en una entrevista: “Fue una cosa que me costó mucho, pero no quería que Mafalda fuera como esas historietas que la gente lee por costumbre, pero que no tienen sentido”.

El cofrade llevaba muchos años sin asomarse a las páginas de Mafalda. Lo hace ahora en la edición conmemorativa de su medio siglo, diez volúmenes —menos el confiscado— donde encuentra las dudas y temores de una generación sacudida por las noticias de Vietnam y las amenazas de la Guerra Fría, por lo prejuicios de una sociedad pacata y los abusos de los gobernantes de siempre.

“Hoy entré al mundo por la puerta trasera”, dice Mafalda. Al repasar la frase no es difícil imaginar cuántos niños siguen entrando por la puerta trasera a un mundo en donde prevalece la injusticia y la falta de oportunidades.

Análisis de Umberto Eco

En un lúcido y emotivo ensayo donde establece paralelismos entre Charlie Brown (celebrado por Ítalo Calvino) y Mafalda, Umberto Eco escribe: “Charlie Brown vive en un universo infantil propio, del cual están rigurosamente excluidos los adultos (con la salvedad de que los niños aspiran a convertirse en adultos); Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”.

Mafalda es contestataria, y en sus páginas el amanuense encuentra una inagotable fuente de humor y sabiduría, como esta frase robada al despistado Felipe: “¿Por qué justo a mí tenía que tocarme ser yo?”.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.

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