Miopía en la noche del demonio

A pesar de unos pocos buenos sustos, el filme cae en los agujeros de su libreto.

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Los productores sabían que la clave para ganar dinero con ésta película es que fuera barata. (Contexto/Internet)
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Por Rafael R. Deustúa

Hay franquicias de las que uno no se explica como hay tantas películas. Son malas, tontas, sólo apelan a las formas más vagas de entretenimiento y sin embargo se multiplican sin parar. La razón es sencilla: el cine es un negocio y éstas siguen generando ganancias, lo cual no es difícil con sus bajos presupuestos. Pero entre todos sus defectos la “Noche del demonio (Insidious)” tiene uno de los personajes femeninos más atractivos del cine: Elise Rainier.

Parapsicóloga con un sólido récord enfrentando demonios, Elise ahora debe enfrentarse a sus propios demonios, los que mataron a su madre, marcaron su infancia y la hicieron lo que es, cuando le piden que exorcice la casa donde creció.

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La buena premisa de ésta película, que es una secuela de la precuela de la original, se queda sólo en eso. Es como si Leigh Whannell hubiera escrito la idea en una servilleta en un bar y ya en el rodaje añadiera cosas según se le ocurriera. No desarrolla su tema principal, el origen de Elise, más allá de emplearlo para dar algunos sustos extra y no vincula de manera coherente el pasado y presente de su historia. Aún para lo poco inteligentes que suelen ser estas películas, ésta se queda corta.

Quién parece esforzarse es Adam Robitel, director, que juega bien con el tiempo en las escenas, para destantear al espectador respecto a cuando tiene un susto enfrente y cuando no. Al romper los ritmos habituales logra un par de buenos sustos y despertar una expectativa, pero también se queda sólo ahí.

Para ver “La noche del demonio: La llave final” se requieren bajas expectativas, pues es la única manera de no salir decepcionado. Pero en ésta ocasión es demasiado notorio como desperdician a Elise Rainier, un personaje femenino que no se basa en su físico y enfrenta demonios a sus setenta y tantos años. En cuatro películas la actriz Lin Shaye logró darle vida, pero aunque pueda patear fantasmas no puede con la miopía de sus creadores.

Los productores sabían que la clave para ganar dinero con ésta película es que fuera barata, pero se pasaron un poco con una dirección de arte que deja mucho que desear. Tiene sets que quizá compraron a la productora de las películas de “El Santo” o escenas que se sienten “recicladas” de otras cintas por su falta de originalidad.

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