MÉRIDA, Yuc.- Cada día se consume más vino en Yucatán. Los sabores de fruta son los más buscados. Renaud Lignelet, importador y distribuidor de vinos Les Vins de Molière, dice que dos de cada tres botellas que se venden en Mérida son de vinos importados, pues esta bebida no compite con la cerveza y, por el contrario, sí es compatible con la gastronomía de esta región. 

“Mientras más se consume el vino más producto llega a la ciudad; se ha comenzado a adquirir la cultura de este ancestral producto”, insiste Lignelet. 

En entrevista, detalló que en la ciudad ha habido una gran diversificación de productos pues se pueden adquirir vinos de muchos países como Chile, Argentina, Portugal, Francia, Japón, Estados Unidos e Italia, así como de Alemania, Uruguay y Hungría. 

El empresario de origen francés indica que este producto importado se suma a la gran variedad de nacionales cosechados en la península de Baja California, Valle de Parras, San Miguel de Allende, Aguascalientes, Zacatecas y Querétaro, incluso de Puebla donde se ha comenzado a producir. 

Vinos de varios países

Comentó que hace 8 años solo había al alcance marcas chilenas, españolas y estadounidenses, pero en ese plazo se introdujeron los vinos de origen francés con muy buena respuesta. 

“Se pensaba que el vino francés era ácido, pero no es así porque una producción de Bordeaux y otra de Borgoña dan dos vinos diametralmente distintos en sus características”, apuntó.

Asimismo, el distribuidor explicó que la problemática a nivel mundial que se presentará en algunos años es que no habrá producción para abastecer nuevos mercados como los de India y China, incluso el de México, que se ha triplicado y esto abre un campo de oportunidad muy interesante. 

Dos copas al día son saludables, señalan

Por su parte, David Adelsheim, director de Adelsheim Vineyard de Oregon, durante una cata de vinos que ofreció en Mérida dijo que el vino es internacional y en consumo moderado con un máximo de dos copas al día, es la bebida alcohólica más saludable, así como de mayor empatía con la comida. 

También, expresó que el vino es uno de los lenguajes de la tierra y tomarlo es una manera de conectar con el lugar donde se produce, sin embargo, las nuevas generaciones como “millennials” están perdiendo esta cultura porque no tienen tiempo para sentarse y compartir una copa. 

“El no querer el vino es generacional; yo lo hice de joven con otras bebidas, pero tarde o temprano esta nueva generación reencontrará el camino y descubrirá lo noble y los tantos beneficios que ofrece esta bebida”, concluyó.

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