'Aquí esperaremos el Informe de Peña Nieto'

A las maestras instaladas en la Plaza de la Constitución se les ve dispuestas a continuar... hasta parecen de fiesta.

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El Zócalo parece un gran campamento de daminificados. (Milenio)
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Francisco Mejía/Milenio
MÉXICO, D.F.- Las maestras de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) lucen dispuestas a continuar el plantón que tienen en el Zócalo. Hasta parece de fiesta. Pero no solo las profesoras de Oaxaca mantienen esa convicción, también sus compañeras de la sección 36, de Michoacán. Tal es el caso de Adela, que anunció: “Aquí esperaremos el Informe de Peña Nieto”.

Lejos de su tierra, Adela se muestra muy ufana y se califica de “maestra de primaria”. Tranquila, junto a la puerta de su casa de campaña, lee una revista con noticias de la farándula. “Aquí luchamos por todo”.

—¿Por todo? —se le preguntó a otra profesora que se identificó como Bertha, de la 22.

—Sí, por todo —contestó segura y risueña.

El acceso a la Calle 5 de Mayo esquina con Isabel La Católica permanece bloqueado; sin embargo, por sus banquetas madres de familia deambulan todavía en busca de útiles y libros escolares.

En esa esquina hay un tendedero con carteles y fotos que exigen la liberación de “presos políticos”. Son una media docena, entre ellos la profesora Sara Altamirano, acusada del delito de secuestro y a la que en Loma Bonita, Oaxaca, se le relaciona con el Ejército Popular Revolucionario (EPR).

Las casas de campaña en serie instaladas parecen una muestra de una gran tienda.

En esa esquina, los cordones de las carpas se sujetan de una camioneta de color gris que porta un letrero con la leyenda “vehículo oficial” y que tiene placas de Oaxaca.

Desde la terraza de un céntrico hotel que da al corazón político de la Ciudad de México se observa una colonia de colores y lazos que van y vienen. Las casas de campaña en serie instaladas por los maestros disidentes parecen una muestra de una gran tienda.

Al filo de las tres de la tarde, las maestras cantan, leen, se les ve alegres y dispuestas ante la espera. Bien a bien, ninguna de ellas sabe hasta cuándo se marcharán a dar clases. Al igual que Adela, ufanas, muestran un cartel donde se lee: “El maestro luchando también está enseñando”.

“No hay paso por aquí, no hay paso por allá. Brínquele por allá”, dice una de ellas, que con otras maestras rodean, con hambre, un anafre donde se cocina una cazuela con arroz. Al otro lado, una mujer que dice ser maestra de niños que la esperan “con gusto” en su tierra, calienta las tlayudas.

Desde arriba, el Zócalo se ve, aunque es un decir, como un gran campamento de damnificados.

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