El caballo mexicano, mezcla de dos culturas (fotos)

Desde su llegada al país en 1500, se volvió amigo inseparable del charro y ha sido parte importante de la historia de México.

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El charro Darío Flores paractica la "cala de caballo" en un lienzo del sur de la Ciudad de México. (Agencias)
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Agencias
MEXICO, D.F.- Desde su llegada a bordo de barcos españoles en el 1500, los caballos han sido parte de la historia del Nuevo Mundo. En México tal vez no haya mejor ejemplo de la combinación de culturas y de historia que los caballos de las "charrerías".

Los caballos que compiten en concursos de habilidades que alguna vez fueron necesarias en el campo deben ser ágiles, dóciles e inteligentes, capaces de ejecutar las órdenes de los charros, los jinetes cuyos coloridos atuendos y sombreros anchos son parte de la iconografía cultural mexicana, según publica The Associated Press.

El caballo es un amigo inseparable del charro y parte de la historia de México. "Fuimos conquistados por caballos, conseguimos nuestra independencia con caballos, hicimos nuestra revolución con caballos y seguimos queriendo a los caballos", declaró Daniel Flores Yeverino.

Flores, de 73 años, comenzó a aprender las habilidades de un charro cuando tenía cinco años y sigue participando en competencias de charrería, en las que los jinetes se baten en pruebas de monta y lazo. Su padre y su abuelo fueron charros y sus hijos y nietos siguen ese camino.

Así como la charrería es una combinación de influencias del Viejo y el Nuevo Mundos, el caballo preferido del charro es una combinación de razas, una mezcla de los purasangre traídos de Europa y caballos "nativos", producto de las cruzas entre los ejemplares traídos por los conquistadores. Caballos como los árabes, por ejemplo, son considerados demasiado nerviosos como para satisfacer las demandas de la charrería.

Los caballos comienzan a ser preparados para las charreadas a los tres años. En México, la carrera de un caballo de charrerías dura unos 12 años, tal vez 15 si es bien cuidado, según Flores. Se aprecia más su fuerza y su comportamiento que su velocidad.

Los caballos pueden vivir otros 20 años una vez cumplido su ciclo. Muchos terminan sus días tirando de carros de basura o, peor todavía, en mataderos. Los más afortunados inician una nueva vida como sementales o son usados para terapia.

Un antiguo caballo de charros, Pollito, trabaja con la terapeuta Columba Ortega ayudando a niños que sufren trastornos emocionales o incapacidades físicas.

"El charro quería mucho a su caballo y no quería que cayese en las manos equivocadas", explicó Ortega. "No quería que fuese maltratado".

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