México: Cómo los cárteles usan a menores para secuestrar y reclutar víctimas

A través del libro “Un sicario en cada hijo te dio”, se desmenuzan historias desgarradoras de niñas y niños criminales.

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(Paola Chiomante/SIPSE)
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Alexis Ortiz

Ciudad de México.- Grupos del crimen organizado reclutan a menores de hasta ocho años para que participen en delitos como el asesinato, el secuestro, la venta de drogas y el tráfico de órganos, advirtieron Saskia Niño de Rivera y Mercedes Castañeda, cofundadoras de la organización civil Reinserta.

Las dos psicólogas, especialistas en reinserción social, indicaron que los cárteles Jalisco Nueva Generación (CJNG) y del Noroeste, además de otras bandas delictivas, han consolidado el reclutamiento de jóvenes porque no hay suficientes políticas públicas para mejorar su situación escolar, económica y laboral.

"Las autoridades tienen que reconocer la problemática y generar las instituciones correspondientes, además de políticas públicas, para comenzar a proteger a estos menores. En la protección de ellos hay una laguna institucional que los delincuentes vieron y la están aprovechando", criticó Niño de Rivera en entrevista con El Universal.

Niño de Rivera, Mercedes Castañeda, Fernanda Dorantes y Mercedes Llamas Palomar publicaron recientemente su libro "Un sicario en cada hijo te dio", en el que exponen casos de niños enlistados en bandas delictivas.

La historia de Damián, que a los 8 años ya es traficante de órganos

En las páginas de ese texto se encuentra el caso de Damián, un niño que se dedicó al robo de objetos desde pequeño y a los ocho años ya trabajaba para una red de tráfico de órganos.

Su tarea era sencilla: encontrar a personas más o menos de su edad, vigilarlas e informar a sus jefes sobre cada movimiento de las posibles víctimas.

"Hoy tenemos un problema de tamaño medio, pero mañana podría ser un problema muy grande", declaró Niño de Rivera, quien para realizar su libro visitó, junto con sus colegas, prisiones del Estado de México, Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León, Jalisco y Ciudad de México.

Las cofundadoras de Reinserta no tienen una cifra exacta de cuántos menores de edad podrían estar trabajando para la delincuencia organizada —en 2017 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indicó que podrían ser más de 30 mil—, pero lo que sí aseguraron es que desde 2016 hay más jóvenes en prisión por cometer delitos de alto impacto.

Escasez de oportunidades, la causa

"Un sicario en cada hijo te dio" es un libro publicado en la editorial Aguilar y está dividido en tres apartados:

En el primero se presentan historias de menores encarcelados por haber formado parte de la delincuencia organizada. Después, en el segundo, se hace un análisis de las causas que llevaron a esos jóvenes a delinquir, y por último, se presentan casos de éxito de niños y adolescentes que lograron recuperar su vida tras un proceso de reinserción.

En el texto se hallan las historias de una adolescente contratada para secuestrar, otro joven que a los 16 años fue comandante de un cártel local y el caso de una mujer que a la misma edad ya tenía su propia red de prostitución.

Mercedes Castañeda explicó algunos de los factores que llevan a los jóvenes a involucrarse en el crimen: "La negligencia en la escuela o en la casa, el consumo de sustancias, el sentido de pertenencia de formar parte en una pandilla, la admiración procriminal, la narcocultura. Todo eso en contrapeso con la pobreza".

Preparan “universidades del crimen”

Según las conversaciones que las especialistas mantuvieron con los jóvenes, los grupos delincuenciales habrían establecido "universidades del crimen" en las que enseñan a sus integrantes cómo cometer ciertos delitos.

"Es un proceso totalmente organizado, pueden ser tres meses de adiestramiento en el cual se les enseñan [a los jóvenes] técnicas hasta israelíes, y una parte importante en estos entrenamientos es la desensibilización.

"No solo te doy técnicas para matar, para usar armas, sino [te enseño a ver] a las personas como un objeto y a los rivales como enemigos, entonces los hacen matar animales y sacrificios entre ellos", dijeron las sicólogas.

Para Niño de Rivera y Mercedes Castañeda lo más lamentable es que los menores de edad son "desechables" para las bandas criminales: si matan a uno, consiguen a otro. Por eso mismo urgieron a las autoridades a implementar políticas de protección.

"Urge pulir las políticas públicas, la Ley Nacional para Adolescentes entró en vigor sin presupuesto, pésimamente hecha, con unos huecos monstruosos, lo cual hace que, si arrestan a un menor de edad, lo sueltan, o cuando cumplen su privación de la libertad, los lanzan a la calle, y con frecuencia vuelven a sus zonas de seguridad que son las pandillas o las bandas", concluyó Mercedes Castañeda.

"Terminé secuestrando, pero inicié levantando y prostituyendo"

Blanca (Extracto del libro)

Al entrar al jardín del centro donde sería nuestra entrevista, mi mirada quiso cruzarse con la suya, pero la joven, con una actitud inquebrantable, ignoró mi presencia. Esperaba una mirada ausente, pero fue tan penetrante que sentí mi alma desnudarse.

Contaba sus relatos con frialdad, como si todas sus vivencias se trataran de una receta. Se deleitaba en su dureza, orgullosa de ser mujer.

Conforme fuimos avanzando, su corazón difícil de penetrar por fin me mostró algo de humanidad. Escondido en lo más profundo de su ser, un arrepentimiento sincero nubló su mirada.

Blanca, con escasos años de vida, me mostró luces de aquella niña de hace cuatro años. He aquí su historia:

Me agarraron por el primer secuestro que hice, pero ya traía muchas cosas encima. Desde los 13 años me uní a un cártel en el que tenía un rol específico por ser mujer. Éramos seis involucrados en este secuestro: Jorge (mi novio) y yo, una pareja que fingiría vivir en la casa de seguridad y otros dos chavos, uno de ellos en teoría sabía cómo hacer todo, y el otro era su amigo, pero éste fue el eslabón débil.

El plan era que Jorge y yo estaríamos todo el tiempo en la casa de seguridad, así lo hicimos los cuatro días del secuestro.

Las primeras horas todo iba como lo planeado, ya estaba la chava en la casa de seguridad. Llegando, Jorge y yo nos acomodamos. El amigo estaba con la chava todo el tiempo, pero le empezó a dar ciertas libertades que no se le pueden dar a un secuestrado. Llegado el cuarto día, ellos dos iban a ir por el rescate acordado: 2 millones.

Antes de salir, el amigo de nuestro amigo le dejó las ventanas y la puerta abierta a la secuestrada, quien se puso a gritar y las alarmas de los vecinos se encendieron. En ese momento mi novio se estaba bañando. No pude ni quise dejarlo solo, le dije: "Esto ya valió madres". Llegó la policía y nos agarró a Jorge, a mí y a la pareja. Jorge y yo éramos los autores intelectuales, no había nadie más detrás del plan.

 

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